XX. PERDIDO EN EL VACÍO.

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Empujó la puerta, quedando frente las múltiples pantallas donde se proyectaban lo que las cámaras de seguridad documentaban cada segundo. Esperaba ver todas las habitaciones de la comisaría, sin embargo debió haber deducido que todas estaban apagadas. La única en funcionamiento era la que apuntaba a su escritorio. Ni siquiera el audio de las otras cámaras fue grabado.

Comenzó a ahogarse con el nudo en su garganta de nuevo, apretó los puños hasta convertir sus nudillos pálidos e inhaló bocanadas de aire. Hiperventilar en ese momento no traería ningún beneficio más que retrasar la búsqueda. Cada segundo Louis se alejaba más de él.

—¿Ahora qué?—Cara preguntó. Pudo haberle gritado que no sea una inservible, pero tampoco ayudaría insultar a aquellos que lo estaban ayudando. Además, era una médico forense, no un detective.

—Buscar por pistas—respondió, seco. Abandonó el cuarto, a pasos rápidos y temerosos, llegó en donde se estaba llevando a cabo la fiesta. Hace menos de 5 minutos todos estaban sonrientes, disfrutando del hermoso día. Hace menos de 5 minutos él soltó la mano de Louis y le besó con tanta delicadeza. No volteó atrás, sabía que Dick y Cara lo perseguían.—Nadie vio cuando fue raptado, yo le seguí con la mirada hasta que llegó aquí.

Detuvo sus pasos en el último lugar que vio a Louis, repitió el momento en su cabeza, la última sonrisa que le regaló, su preciosa cintura tan remarcada desde atrás, su sedoso cabello.

—Las mujeres estaban allá, pero Louis no llegó hasta ellas así que...—caminó a la única puerta que se hallaba en el radio, la sala de conferencias. La abrió, y se percató del largo tiempo que le tomó volver entrar a esa habitación; siempre encerrado en su casa resolviendo grandes casos, no tenía por qué estar ahí.

Todas las mesas y sillas se encontraban en su posición, excepto la primera y las últimas dos. Estaban más inclinadas a un lado, las sillas volcadas en el suelo, claras pruebas de forcejeo.

—Aquí lo metieron—sin cuidado limpió los restos de lágrimas en sus mejillas, comenzaba a sentir su piel pegajosa.

—Harry la puerta de incendios—el jefe anunció. Confirmó la observación, quedó atascada por algo que yacía en el suelo. No gastó ningún segundo en llegar, se arrodilló y tomó el objeto que impedía a la puerta cerrarse por completo. Una máscara de gas.

—Esta mierda de nuevo...—examinó el artefacto, lo sacudió; un líquido chocaba contra las paredes de un recipiente. Con el dedo índice y pulgar de su mano izquierda sostuvo el final de su nariz para después oprimir el único botón en la máscara. Gas brotó.—No lo usaron.

—¿Qué es eso?—Dick cuestionó, curioso, pero no obtuvo respuesta más que Harry entregándole el objeto sin cuidado.

—No respiren el gas—de un impulso se puso de pie, y abrió la puerta revelando una oscura habitación. Levantó el interruptor, sin fallos las luces se encendieron mostrando unas escaleras que llevaban a una salida de emergencia. Se le heló la sangre.—Mierda.

Gotas de sangre, por la pared, en el suelo y la puerta al final. Se acercó, divisando el causante de tal escena; una navaja, que no pertenecía a Louis. Marcas de manos pintadas por todo el lugar. Pudo Louis ser el atacante, o al tomar en cuanto el tamaño de las manos al posicionar la suya sobre esta, Louis recibió el ataque y ahora perdía sangre. No solo estaba desaparecido, pero también tenía una hemorragia.

—Joder—Cara maldijo.—¿Quieres que emplee una prueba de ADN?

—De nada servirá, tendremos quien lo hizo, sin embargo lo importante es donde está. Además, tomaría días—hablaba a la vez que se alejaba, llegó frente la última puerta y empujó, el frío chocando contra sus facciones. Quedó estático observando con el ceño fruncido la última pista que les quedaba en la comisaría; sobre la blanca nieve un rojo vivo pintaba los copos recién caídos. Mucho rojo. Escuchó a Cara jadear y al jefe maldecir.

M O R T E M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora