IX. CONTRA AQUELLOS DEL DOLOR.

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—Enserio lo vamos a hacer.

La tormenta cesó por la noche, ahora el petricor danzaba en la fría brisa y decoraban charcos por las calles, en los que jugaban ambos adultos. Continuaban bajo cero grados, según el novato, en realidad eran 3 grados. Las puertas del aeropuerto ya se encontraban abiertas y su viaje sería en unas cuantas horas, por lo que hacían algo de tiempo.

Primero, fueron a desayunar donde casi fueron echados por sus ruidosas carcajadas a tan tempranas horas del día. Harry usó una pajilla para lanzar trozos de servilleta y accidentalmente uno de esos papeles aterrizó sobre la bebida de una mujer a unas cuantas mesas de ellos, la mujer no se percató de ello y bebió de su vaso, terminó en la pobre ahogándose gracias a la servilleta. Louis no logró contenerse y escupió su bebida sobre el plato. Mientras la mujer tosía sin control, los detectives reían hasta terminar sin aire, por suerte nadie creyó que fueron ellos los que causaron el accidente. Y de nuevo mintieron sobre su aniversario, por lo que consiguieron un delicioso pastel de chocolate sin lactosa y otra foto de ambos. En esta, se sentaron juntos, Harry recargó la cabeza sobre el hombro de Louis, ambos sonreían solo que el castaño mostraba los dientes.

Al salir del restaurante, se percataron del estudio de tatuajes a unas cuantas calles, y no dudaron ni un poco cuando Louis dijo que estaría bien cumplir su promesa de la noche anterior ese mismo día. Así que caminaron por las calles—corriendo cuando debían pasar por un cruce— sin parar de reír, incluso saltaron en unos charcos, salpicando agua en sus pantalones y recibiendo miradas de desaprobación de algunos mayores de edad y otras de ternura de algunos adolescentes. Ahora ahí estaban, frente el establecimiento con los nervios a tope pero sin ningún indicio de arrepentimiento.

—Hicimos el meñique, sería un pecado hacernos para atrás—le respondió Harry. Louis rió.

—Cierto. Vamos—tomó la mano izquierda del detective y prácticamente lo jaló hasta al interior del lugar.

Volaba un olor muy agradable, olía a vainilla. Las paredes estaban repletas de diseños enmarcados muy detallados, una de las esquinas del estudio contaba con dos sillones cafés, y por todo el lugar había mesas con sillas junto a algo que lucían como camillas negras. Tan solo dos personas en el lugar, una mujer y un hombre. El hombre tenía algunos tatuajes en sus brazos y la mujer los tenía por todo el cuello. La última se levantó de su silla, dejando una taza de café sobre una mesa.

—Pero qué tenemos aquí—dijo con una radiante sonrisa, mostrando sus blancos dientes y una diastema entre los dos del medio.—Es raro que tengamos clientes a las 10 de la mañana, acabamos de abrir.

—Buenos días—habló Louis.—Venimos a hacernos un tatuaje bastante sencillo.

—Suerte para ustedes, aquí hacemos eso—esta vez respondió el hombre.—¿Tatuaje de pareja?

Ambos detectives ladearon la cabeza como si fueran un espejo del otro. La mujer rió.

—Entran tomados de la mano y se confunden cuando alguien les dice pareja—dijo con ironía dirigiéndose al hombre.

—Que tierna es esa etapa del amor, ¿no lo crees, Kiara? Cuando ninguno de los dos se atreve a declararse primero y andan por la vida llamándose amigos, pero se coquetean cada que respiran—la supuesta Kiara sonrió, y asintió estando de acuerdo.

—Es bastante tierna, pero lo mejor es cuando en ambos lados lo aceptan y se permiten amarse.

Harry y Louis cruzaron miradas, captando un sonrojo de parte de los dos. Soltaron sus manos reprimiendo una sonrisa, por el otro lado, la pareja intentó no soltar una carcajada.

—Ya los incomodamos, Greg.

—Bueno, basta de hablar. ¿Qué tatuaje tienen pensado?

—Nuestras iniciales—contestaron al mismo tiempo, casi en un susurro. No tuvieron en mente que contaba como un tatuaje de pareja, aún así no tenían pensado hacerse para atrás. El meñique fue lo suficientemente fuerte, y el orgullo los mantenía firmes.

M O R T E M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora