XXI. EXTINCIÓN DEL BELLO MAR.

258 31 12
                                    

—Y esta rosa, la encontré atorada en la cerca de la mansión, creí que era una señal de que saldría pronto y si me la quedaba realmente pasaría. Tenía 7 años—le dio la vuelta a la página con el índice y pulgar. No podía dejar de sonreír, era la primera vez que mostraba su colección de flores a alguien, Gianna siendo esa persona llenaba cada vena de su delgado cuerpo de felicidad, además de que de verdad le ponía atención.—Este girasol lo robé.

Gianna soltó una risilla.—¿Robar, Harry?

Paso los pálidos y largos dedos de su mano por el cabello del menor, acarició los rizos y disfrutó de su mera presencia. Harry tenía 6 años la última vez que lo vio, desde entonces se hablaban por cartas anónimas. Escucharlo hablar después de tan largo tiempo era una caricia al alma. Adoraba como es que seguía siendo un peque, que por más pesadillas que había cruzado en su vida, conservaba una pizca de inocencia y curiosidad a aquello que él desconocía.

Ni siquiera quería detenerse a pensar que casi lo perdía.

—Digo, no robar robar. Era parte de mi regalo de 8 años, lo vi en el comedor, pero no pude esperarme hasta que me lo dieran porque me encantó a simple vista. Me la llevé y la dejé en este libro, de todos modos nadie preguntó por ella.

—Te encantan las flores, ¿no es así?—dijo sarcástica, aun así asintió energético. Todo el miedo o vergüenza había abandonado su cuerpo en cuestión de minutos, en esa casa se sentía cómodo, sin necesidad de temer por quien abriera la puerta. Todo lo que alguna vez deseó lo estaba viviendo ese día.

—Mamá me mostró todo sobre ellas; conozco los significados. Aún me hacen falta claro, tengo unos libros sin terminar en mi cuarto.

—Vaya suerte la de tu próxima novia, me imagino que tendrá flores cada santo día—Harry frunció el ceño.

—Yo no quiero novia. Yo quiero alguien a quien amar que me ame de vuelta.

—Oh, lo siento. Asumí que te gustaban las chicas, estuvo mal de mi parte.

—No pasa nada, todos vamos aprendiendo de nuestros errores—cambió de página al libro.

—Entonces, cuando tengas ese alguien, ¿qué flor le darías para mostrarle que te gusta?

—Una rosa, claro. Demuestra amor.

—Amor no es lo mismo a gustar, Harry.

—No le daría una flor a alguien que me gusta, no le daría nada a nadie si no lo amo, no es lindo jugar con los sentimientos de otros y dar falsas esperanzas. Que te rompan el corazón suena doloroso, sin embargo, romper el corazón de alguien debe ser lo peor—sobaba las hojas con la yema de sus dedos.

—Hermanito eres todo un caballero—alzó la mirada.

—Eso me han dicho. No sé por qué.

—¿Piensas casarte?—asintió.

—Sí, y tener muchos hijos. Muchos, muchos—Gianna cubrió sus labios para calmar una pequeña risa.

—¿Con qué flor le pedirías matrimonio?—entrecerró los ojos, estudiando el libro en su cabeza con toda esa información. No obstante, la respuesta yacía en la punta de su lengua.

—Un ramo de dalias azules.

—¿Ah sí? ¿Qué significa?

—No tengo ni la menor idea—confesó y encogió los hombros.—Pero si realmente amo a esa persona cambiarán el significado por completo.

—¿Y por qué azules?—le devolvió la mirada, dudó un poco antes de abrir la boca de nuevo.

—Porque esa persona tendrá ojos azules.

M O R T E M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora