X. EL ÚLTIMO RESPIRO, CREADOR DE UN NUEVO HOMBRE.

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—Hijo.

Despegó la cabeza del libro, sus rizos sacudiéndose por la acción y cayendo sobre su frente, tal como pétalos al florecer y separarse de su pistilo. Su padre lo observaba devuelta con una mirada de reprensión, sus manos por detrás de la espalda, vestía ese traje negro de todos los días que se ajustaba a su pecho a la perfección y cabello peinando, esta vez, hacía a un lado. Con movimientos muy exagerados para el pequeño, arrancó el libro de sus manos, le dio una ojeada, una ceja alzada logrando intimidarlo.

—¿Detectives? ¿De nuevo esta mierda?—el niño encogió los hombros.

—Me gusta.

—¿Dónde están los libros de finanzas que te di?

—En mi librero, no entendí muy bien, ni siquiera me han dado clases de financiera.

—¿No te han dado?—preguntó, incrédulo.

—No, todavía estoy en quinto grado. Empiezan en secundaria.

—Adelantaré tus clases, no esperaré hasta que tengas 12 años para que seas útil en algo.

—De acuerdo—respondió sin más. Extendió la mano a su padre.—¿Me lo puedes regresar?

—Lee los libros que te di, no acabarás este ni ninguno de los otros que tienes hasta que te vea terminar esos libros—se puso de pie, suspiró.—Quiero anotaciones.

—De acuerdo.

—Y necesito que salgas a las 5 con tu traje negro, el de moño, tendremos visitas. Vendrán mis socios con sus familias y hablaremos de negocios. Debes estar ahí para que te vayas acostumbrando.

—De acuerdo.

—Dámela.

Harry palideció, con los ojos bien abiertos. Permaneció en silencio bajo la amenazante mirada del hombre frente a él, que cada día se volvía en un desconocido más. El terror corriendo por su pequeño cuerpo, y un vacío espeluznante en el pecho. Los temblores que intentó esconder desde que ese hombre cruzó por la puerta incrementaron considerablemente. Intentaba permanecer neutro, pero era un infante, débil sin poder sobre otros, por lo que sus labios comenzaron a temblar en puchero.

Su padre, impaciente, llevó la mano derecha a su labio inferior, sujetando las esquinas con su pulgar y dedo índice, hasta deslizarlos a la mitad del mismo. Se arrodilló nuevamente, quedando frente a frente.

—Dámela—repitió.

—Por favor—rogó sin pensar, con los ojos cristalinos, lágrimas amenazando por salir.

—No saldrás de aquí, ¿o es que quieres que todo mi trabajo se vaya a la mierda por tu egoísmo? ¡He trabajado desde que abrí mis ojos y tu seguirás mi claro ejemplo!

—¡Yo no quiero estar aquí, yo no quiero trabajar para esto, yo no quiero aprender esto! ¡No me gusta, yo no quiero!—gritó.

Las palabras quedaron en el aire y el llanto frenó cuando una bofetada aterrizó en su mejilla, partiéndole el labio. Llevó su pequeña mano a la zona lastimada, hipando del dolor. Su padre lo tomó por el cuello de su camisa, tan cerca hasta que sus alientos se combinaran.

Esa no es tu decisión—dijo, sereno.—Dámela.

—Papá-

—Cortaré cada puta rosa en ese jardín y quemaré los suelos, no permitiré que Gianna venga a visitarte y romperé cada estúpido instrumento que tienes si no me las das.

Sin debatir, llevó la mano al bolsillo de su pantalón. Sacó la llave, diminuta y gris, aquella que sería su escapatoria al mundo real, el que tanto anhelaba, ansiaba. Deseaba. El mayor se la arrebató de un tirón, y empujó a su hijo al suelo. Guardó la llave y tomó entre sus manos el libro del pequeño, sin esfuerzo lo despedazó. Dejó caer los restos frente suyo. Las brasas de desesperación quemando y desgarrando su pecho por completo.

M O R T E M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora