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Valentin

Salí demacrado de la habitación, me rasqué un ojo queriendo putear al pelotudo del coordinador que no me dejó quedarme durmiendo en el hotel.

Me pegó un codazo mientras se reía, y por mi parte le regalé una mala mirada viendo como nuevamente se acercaba a un egresada nueva para chamuyarsela, que asco.

Bajé las escaleras al lado de mis amigos, que me contaban todo lo que había hecho en pedo ayer anoche. Aunque ninguno sabía la mejor parte, cuando estuve en el baño solo con la morocha.

La vi a lo lejos, tirada en el piso con unos anteojos de sol puestos. Tenía el cuello caído para un costado, y la boca entreabierta, era más que obvio que estaba durmiendo en la mitad de la charla sobre la excursión.

Subimos al micro, se sentó sola atrás de todo, se puso la capucha y cruzó sus piernas para estar más calentita. Giró su cabeza y la apoyó sobre la ventana para volver a dormir.

Y tan solo de verla, hacía que esos flashbacks nublados sobre el pete que me había hecho ayer anoche, vuelvan a mi cabeza para apoderarse de ella por completo.

Sentí como mis ojos se cerraban por causa del sueño, así que decidí hacer lo mismo que todos, dormir, intentando despejar esas imágenes que se hacían presentes de Malena.

Varios minutos después, nos encontrábamos frente a las montañas, era la excursión que más había esperado, pero mi cara de culo en todo momento hacía pensar lo contrario.

Me senté en la aerosilla junto con Daniel, si se llegaba a sentar con la rubia era capaz de bajarle todos los dientes de una patada por pollera e intenso.

Sentí como empezaban a subir mediante una cuerda que las sostenía, y de vez en cuando se movían más de lo que me gustaría, haciendo que nos balanceáramos de un lado a otro.

-Ay se cae Valen- molestó mi amigo en un tono de burla notorio. Cerré mis ojos y sentí como mi corazón se aceleraba observando lo alto que estábamos del piso. Literalmente fallaba algo y nos caímos al precipicio para morirnos.

-Basta Dani- Me quejé agarrándome aún más fuerte de la barra de acero que nos sostenía. Escuché como largaba una carcajada y sacaba su celular para tomarnos una foto.

Intenté sonreír un poco para el recuerdo, pero se me hacía imposible al ver nuevamente el riesgo de muerte que teníamos.

Llegamos de una vez por todas, sentí como el alma me volvía al cuerpo, y como mis músculos se relajaban después de estar todo el viaje tensionado.

Detrás de nosotros se bajaron Damian y Mauro, que se empujaban entre sí, arrugué mi ceño pensando que era el único que le aterraban las aerosillas.

Seguimos al grupo y nos integramos a ellos, oímos la explicación tan prolongada que nos daban sobre los cuidados de los trineos.

Giré mi vista aburrido, y la centré en la morocha que se reía junto con Luana y Fiorella. Sentí un golpe frío en el cachete, y vi a Mauro y a Damian con un arsenal de bolas de nieve.

Me intenté cubrir detrás de Daniel, pero debido a su poca altura y malhumor, hizo que la mayoría impactaran sobre mí. Empecé a armar bolas de nieve tal como en las películas yankees.

Se había iniciado una guerra entre medio de una montaña, hasta había algún que otro coordinador que se copaba y boludeaba con nosotros.

Sentí un impacto en mi nuca, me quedé quieto y me giré preparado para llenar de nieve a cualquiera que lo hubiera hecho.

Vi a Malena con el traje que le quedaba siete talles más arriba, y como hacía una media sonrisa burlona y me sacaba el dedo del medio.

Abrí la boca en medio de una risa, y corrí tras ella viendo su cara de pánico al darse cuenta que era más difícil de lo que se veía correr encima de la nieve que patinaba.

Cayó para atrás, haciendo que me resbale junto a ella. Quedamos a unos pocos centímetros de nuestras bocas nuevamente.

Remojé mis labios y vi como sonría de oreja a oreja. Estampó una de sus manos contra mi pelo, helándome por completo con nieve.

-¿Ah sí?- Desafíe en tono de pregunta, asintió mientras se mordía la lengua e intentaba salir de abajo mío.

Trabé sus brazos evitando que se mueva, y llevé una de mis manos libres a la nieve, viendo como largaba una caracaja medio nerviosa sabiendo que no se podía librar de lo que iba a hacer.

Llené su pelo de nieve y lo revolví con mi mano en medio de puteadas de la morocha. Y cuando menos lo esperaba, me pegó una patada en los huevos, que me hizo caer de costado completamente destruído. Me quejé mientras intentaba no ahogarme por el frío y la falta de aire que tenía al estar tan resfriado.

Se levantó y limpió su cuerpo mirándome desde arriba. Se agachó cerca mío y susurró:

-Por trolo.

Abstraído; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora