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Malena

Apagué la alarma del orto que se encargaba de amargarme la existencia todos los días de mi vida.

Después de una 50 veces que la detuve y pospuse, me di cuenta que era hora de levantarme porque sino iba a llegar tarde una vez más.

Me puse la pollera detestando lo horribles que eran mis piernas al descubierto, me miré por detrás y me vi plana como una tabla.

Me estresé un poco pensando lo fea que estaba vestida con todo el uniforme, lo único lindo eran mis Converse que estaban hechas mierda de tantos años con uso.

Me acerqué para analizar mi cara, pensé en ponerme un poco de corrector para disimular las ojeras tan pronunciadas que tenía siempre, pero tan solo con imaginarlo me daba paja.

Hoy es jueves, ante último día de colegio antes del viaje de egresados, ni siquiera me había comprado algo para llevarme, no había planificado nada como me hubiera gustado años atrás.

Me puse el buzo de la promo mientras veía la mancha de café que tenía en la punta de una manga. Lo olí intentando acordarme cuando fue la última vez que lo lavé.

Agarré mi mochila, los auriculares y mi celular. Me encaminé de una vez por todas, a la puerta de mi casa para poder irme.

Salí de ella arrepintiéndome de llevar pollera, estábamos en ese intercambio de invierno y primavera, que a la mañana te re cagas de frío, pero cuando salís del colegio parece pleno verano en la costa.

Caminé entre medio de todos los adolescentes que iban al mismo colegio que yo y vivían en el barrio, eran todos unos años más chicos, no había grandes diferencias de edades.

No hablé en toda la semana con Valentin, se fue ese día de mi casa sin decir una palabra. Lo veía en el coelgio riéndose con sus amigos, por parte me hacía bien, el aún poder ver su sonrisa era lo único que me daba ánimos para seguir yendo.

Suspiré cuando vi las puertas del colegio frente a mi campo visual.

"Odio tanto mi vida" pensé mientras veía a todos los alumnos entrando junto con su grupo de amigos. Las minas todas con el pelo planchado, ropa limpia, rubias y altas. Los pibes con las camisas planchadas y el pelo lleno de gel. Y bueno, después estoy yo, que parezco un drogadicto recién salido de recuperación criada a base de Manaos y guiso de lentejas.

Mordí mi labio inferior intentando pensar como mierda había sobrevivido tanto tiempo en un colegio tan de chetos. Me despejé un poco cuando oí el timbre y el ruido crujiente de las puertas al cerrarse.

Me eché un pique antes de que pudieran dejarme afuera, subí rápido las escaleras haciendo más ejercicio que en toda mi vida. Llegué a entrar al aula antes de que la profesora de Geografía me cierre la puerta.

Me senté en el banco del fondo, tiré mi mochila a un lado y me digné a mirar mal a todo el que se crucé en mi campo visual.

Apoyé mi cara en una de mis manos e intente concentrarme un poco en la clase. Sabía que era imposible hacerlo, era inevitable dejar de pensar en como hacer para hablarle al castaño y arreglar las cosas de una vez por todas.

Sentí como alguien me tocaba el hombro, despegué mi vista del pizarrón y la posé en el morocho que se había sentado a mi lado, Mauro.

Tiré mi cabeza para arriba preguntado el porque se acercó a mi.

Ladeó su cabeza para un costado, dejándome ver a Valentin con cara de orto mirando la clase. Tenía la lapicera en su boca y unas ojeras pronunciadas, dando a entender que había dormido como el orto.

-¿Que tiene?- pregunté aún sin entender el porque de su aparición tan repentina y sorpresiva.

-Mirá, ya sé que en estos años intercambiados dos plabras con suerte, pero- reí un poco y asentí para que siga hablando- A Valentin le pasa algo y no se lo quiere decir a nadie- Arrugué mi ceño y alcé mis hombros para arriba sin saber que tenía que ver yo con eso. Rodó sus ojos para un costado- Algo pasó entre ustedes dale- respondió medio obvio. Abrí grande mis ojos y levanté las palmas de mis manos hacia arriba, pretendiendo liberarme de la culpa que me estaban echando del porque estaba así el castaño.

-No hablamos ya- Giré mi cabeza y comencé a copiar lo que escribía la profesra en el pizarrón, ya me había perdido.

-Mirá wacha, alegrame al pibe para ir a Bariloche o me corto la verga- Escuché la voz de Damian mientras se acercaba disimuladamente a mi banco, haciéndose el que se le había caído algo para que la profesora no lo retara.

Reí un poco por la desesperación de sus palabras.

-No se que pretenden que haga, está enojado conmigo. Ni me dirige la mirada, no quiere que le hable- Dije medio apenada intentando despegar mi vista de Valentin. Escuché las risas irónicas de sus amigos y como ambos se miraban entre si, para finalmente centrar su vista en mí.

Ladeé mi cabeza para que me expliquen que tanto se reían.

-Si quiere que le hables- Respondió Mauro mientras volvían a su banco en silencio, él y su mejor amigo, dejándome un poco desconcertada por sus palabras.

¿Enserio quería que le hable? ¿No estará enojado todavía?

Eran tan solo unas de las muchas preguntas que pasaron al instante por mi cerebro, y estuvieron retumbando en mi cabeza por todo el día.

Abstraído; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora