Capítulo 1: Festín de Sangre

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Chiara Caballero

Cuando el deber toca la puerta, corresponde responder al llamado. Cada quién tiene distintas obligaciones y tareas en la vida. Yo como miembro de una familia de la alta nobleza debería estar en la Caballería de Khala, mi país o mínimo casarme con otro hombre adinerado que esté a mi nivel, pero no tengo ganas de depender y vivir por otra persona. Por suerte mi familia es lo suficientemente libre para dejar hacer de mi vida lo que me plazca. Entonces, cómo decidí dedicarme a la otra rama de la nobleza, me debería encargar de servir a la Reina Idelia, pero yo no me dedicaré a eso. Y siempre será de esa manera, ya que yo Chiara Caballero llevo mi apellido con gran orgullo, con la cabeza bien arriba. La única familia que ha permanecido hasta ahora que se encarga de exterminar monstruos y encabezar la armada en el campo de batalla en cada pelea que se presenta.

Entonces, soy la única miembro de la Casa Caballero que es una mercenaria. Mi hermano Grayson iba a estar destinado a la caballería y mucho antes que yo, ya que es mayor por cuatro años. Pero él eligió el otro camino: cacería monstruosa. Algo de lo cual los miembros de la caballería y mercenarios podrían hacer, pero tienen otro tipo de entrenamiento y trato. Sabrán pelear y matar humanos, pero no saben cómo pelear contra bestias y monstruos que son guiados por el hambre y su puro instinto.

Desde los siete años me han enseñado a pelear y a los trece me uní al cuerpo de mercenarios, La Horda del Sabueso, en un principio no creyeron en mí gracias a mi edad y porque era mujer. Pero pronto demostré todo lo que hacía y aprendí y comenzaron a tomarme más enserio.

Este año estoy cumpliendo siete años de servicio, soy la única mujer de dicho cuerpo. Pero no me molesta, el resto puede halagarme o idolatrarme por ser una Caballero o denigrarme por ser mujer. Pero la verdad, no me importa lo negativo que digan de mí. Todo es un gran "Ver para creer" y hasta que no ven de lo que está dotada una persona no paran de decir barbaridades y calumnias. Luego de eso se avergüenzan de sus propias palabras y estupideces que han llegado a pensar y gritar a todo el mundo.

En fin. Ahora en el presente, estaba en mi tienda preparándome para el día de hoy. Luego de un año entero de gran pelea para exterminar tribus desconocidas que ocuparon territorio khalense ya era hora de volver a casa, algunos vivían en la capital: Borgeos. Mientras que yo vivía en una ciudadela más rural, Gran Khala, cercana a la costa del sur. Conmigo iba un solo pelotón. El resto iban a Borgeos o pueblos más pequeños los que fueran armeros, enfermeras, curanderos o escuderos.

Cuando ya tuve mi armadura puesta salí de la tienda, no la compartía con nadie, gracias a mi rango podía pedir una para mi sola donde tuviese algo más de privacidad. Todas las armaduras eran de acero, la mía también. Llevaba una capa rojiza oscura que cubría mi espalda, lo único que no llevaba puesto era casco, lo tenía en mi mano libre y me lo pondría cuando hubiese necesidad. Al costado derecho de mi cintura reposaba mi fiel espada, había tenido muchas durante los últimos años. Gracias al desgaste de las batallas se rompían y necesitaba nuevas. En solo cinco años me han forjado unas trece espadas, sí un número que debería preocuparme, suelen decir que es culpa del portador que se rompa un arma, yo opino totalmente lo contrario. Con el presupuesto de La Horda, es normal que la calidad vaya bajando, para adaptarnos a los malos tiempos económicos.

Estaba alistando mi caballo, teníamos un día de viaje si salíamos a primera hora de la mañana. Mi fiel compañero también estaba preparando su animal-mascota-transporte. Era un mercenario de veinte años como yo, de rizos naranjas, algunas pecas repartidas en su pálida piel y tenía ojos verdes. Era vecino mío en Gran Khala, nuestras familias no se llevaban o conocían entre sí, pero nosotros éramos colegas, muy buenos amigos.

—¿Listo para volver a casa?

Le pregunté, su expresión era para alegría y felicidad. Parecía igual de ansioso que un niño pequeño.

—Claro que sí, con las historias que tengo para contarle a mi familia creo que vamos a reemplazar la cacería por tardes charlando.

La mayoría de nobles tenían acostumbrado la cacería como entretenimiento, cuando no estaban peleando o dirigiendo tierras estaban matando algún que otro animal salvaje.

—Yo solo espero que mi padre no la haya pasado tan mal solo, sin mi ni Gray estuvo muy solo.

—Me imagino...

Así que cuando todo el grupo estuvo listo comenzamos a cabalgar, la idea era llegar lo antes posible a nuestro destino. Nada podría salir mal, saludamos a los pueblerinos que estuvieron ayudándonos con suministros como comida y medicina, luego nuestros superiores cubrirán esa ayuda y lo recompensarán.

El tramo era todo bosque, era totalmente armonioso y pacífico, el sol golpeaba suavemente los árboles y la brisa del viento refrescaba.

Pero todo comenzó a pintarse oscuro, había un aura poco amigable en el ambiente, un olor a óxido y sabor a metal inundó mi boca. Como si comenzase a saborear y respirar sangre en més de aire. Un fuerte viento nos azotó por detrás y el suelo dio un leve temblor. Los caballos se movieron inquietos y comenzaron a relinchar obstinados y con pavor. Algo los estaba perturbando, pero a la vista no había nada de lo que debiéramos preocuparnos.

Se escuchó un gran estruendo de un árbol derrumbándose detrás nuestra. Al darme vuelta ahí vi un enorme felino, de un pelaje intensamente negro con unos ojos amarillentos, sus garras debían medir unos treinta centimetros y era la mitad de alto que los árboles del bosque que nos rodeaba. Era un puma enorme con una espuma de un tono verdoso cayendo de su boca, como si fuera un gato rabioso de cinco metros. Pero no había nada más peligroso que una bestia hambrienta, y eso era. Un monstruo con sed de sangre y carne, de cualquier cosa que se le cruzase, cualquier presa. En este caso: personas.

Yo estaba estática al momento de verla, más aún cuando de un mordisco devoró la mitad de un cuerpo de uno de mis compañeros que estaba a mi derecha, masticando con sus filosos dientes aquellos tejidos, sin educación, sin importancia de la sangre que caía de su mandíbula y trozos de intestinos que se le escapaban de la desesperación.

Gran parte del pelotón apenas lo vio huyó y la otra parte había sido totalmente engullida, manchando el suelo de charcos de sangre, intestinos, músculos y huesos. Sentía como mi cabello estaba pegajoso y parte de mi armadura también, era sangre. Los fluidos de mis compañeros. Estaba bañada en ellos, un brazo llegó a caer sobre mi, el de un compañero, de una persona que hace segundos había estado viva y a mi lado.

Los caballos de la tropa salieron despavoridos y atemorizados acelerando su paso del trote al galope de una manera increíble. El mío dio un estruendoso relincho, se levantó en sus dos patas traseras haciéndome caer de su lomo. Antes de poder echarse a huir como el resto, la bestia se abalanzó y se lo tragó de un mordisco. Había maldecido al caballo, pero ahora estaba agradecida con él. Había salvado mi vida. Rápidamente tomé mi espada, debía detener a este enorme monstruo. No era momento de lamentarse por las muertes o pensar si estaré viva para mañana.

Ahora debo sobrevivir a este festín de sangre.

Metamaniac I: Profecía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora