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 -Nunca te he querido, vete de aquí ya.-dice y noto la ira acumularse en sus ojos.
-Pero...

-Ya le has oído, vete ya mocosa inmadura.-sonríe cínicamente la rubia plástica que está sentada en el regazo de Abraham.

Las lágrimas llegan a mis ojos y sin decir nada más, me doy la vuelta y salgo de aquel antro pero cuando creo que todo se ha terminado, un montón de flashes de cámaras saltan fastidiándome la visión y un montón de gente empieza a reírse y a insultarme. No aguanto más y en un ataque de histéria, me tiro de rodillas al suelo y empiezo a llorar y a gritar.

-¡Manuela, Manuela!-grita mi madre mientras me mueve. Abro los ojos y me reincorporo en la cama quedando sentada. Estoy llorando y entera transpirada.-Ya está. Fue una pesadilla-dice mientras me abraza preocupada.

-Una pesadilla...-susurro aún con la respiración agitada.

-Voy a hacerte una tila, ahora vengo.

Me levanto de la cama, me dirijo al armario y saco el peluche. Me vuelvo a sentar en la cama mientras lo abrazo y miro la hora. Son las seis y media de la mañana. Tan solo he dormido dos horas y media y no me han servido más que para acabar llorando. Entra mi madre por la puerta con una bandeja y se sienta en mi cama.

-Toma-me da la taza con la tila-No puedes seguir así, Manuela.

-No quiero hablar de ello.

-Pues vas a tener que hacerlo porque estoy harta de verte encerrada en tu habitación o tirada en el sofá siempre con un libro y los malditos cascos puestos. ¿No te das cuenta que todo esto te está haciendo mal, que te está haciendo daño?

-Mamá, es mi vida. Yo no elegí torturarme así. Me enamoré, lo siento ¿Vale? No sé en qué momento pasó a significar algo más pero es la persona que dejó la huella más grande en mí y por más que quiero no puedo olvidarlo. No puedo porque no quiero, ¿por qué para una vez que me pasa algo bueno se va? Se va dejándome sola durante ocho meses, y ya van tres mamá. No quiero imaginarme que será de mí el séptimo mes sin él. Y sé que pensaras que soy demasiado pequeña para pensar así, pero no tienes ni idea de lo que siento. Ni te lo imaginas.-Hago una pausa-¿Te acuerdas cuando papá se puso enfermo?

-No metas a tu padre...

-Sí, sí lo meto porque es lo mismo, mamá. Cuando murió estuviste meses sin salir más que al trabajo y a hacer la compra. Me pasé semanas viéndote llorar por todos los rincones de la casa y aunque todo eso te hiciera daño, yo iba y te abrazaba. No te reproché nada nunca, nada. Porque era mi padre, porque tú estabas enamorada de él... ¿No puedes hacer el esfuerzo de intentar entenderme, joder?

-Yo llevaba toda mi vida con él.

-A mí no me hace falta pasar mi vida con él para saber que le quiero más que a mí misma. Si lo quieres entender bien y si no, no pasa nada. Voy a seguir como hasta ahora igualmente-quito la mirada de ella y cojo uno de los bollos de la bandeja.

Enciendo la televisión y pongo una de las tantas series americanas que están dando a todas horas mientras devoro lo que hay en bandeja. Mi madre sigue sentada al lado mío viendo también la tele y tomándose una taza de café. Está muy callada para ser ella y casi prefiero no preguntar por qué.

Debido a lo poco que he dormido, al cabo de un rato me quedo plácidamente dormida. Cuando me despierto, son las cuatro de la tarde y mi estómago ruge de hambre. Voy hasta la cocina y cojo un posit que está pegado en la nevera.

''No sé por qué hoy están las tiendas abiertas así que voy a aprovechar a ir a hacer la compra. Te dejé dinero en la mesita por si te apetece salir...''

-Joder mamá, hasta cuando no estás en casa intentas que salga a toda costa.

Me preparo-más bien caliento ya que está ya hecho-un poco de arroz con salchichas en un plato y me siento en la mesa a comerlo. Cuando termino, salgo un gran bol de helado de yogur y empiezo a comérmelo. Lavo los platos que hay en la pila y voy a mi habitación a hacer lo de siempre, leer.

Ayer acabé el último libro que me quedaba sin leer y la verdad, no tengo ganas de repetir otro. Me echo en la cama y a causa del aburrimiento empiezo a dar vueltas encima de las mantas. Al poco tiempo llega mi madre y se sorprendre al verme rodar por la cama.

-¿Qué haces?-pregunta riendo.

-No tengo nada que leer.

-Se queda pensativa unos segundos y habla-Vístete anda, vamos hasta la librería.

Doy un brinco y en menos de quince minutos estoy duchada, vestida y lista para salir a la calle. Caminamos por las calles y mi madre me riñe por querer ir tan rápido poniendo la excusa de que aún no van a cerrar.

Llevamos a mi librería favorita y empiezo a mirar todas las estanterías fijándome en todos los libros que me llaman la atención. Finalmente acabo con cinco en la mano ya que el dinero que llevo solo me da para esos porque sino, me llevaría todos.

-¿No crees que llevas muchos?

-Bromeas, ¿Verdad?-digo y el chico de la tienda empieza a reír. Debe de tener como máximo veintidós años y no es nada feo que se diga.

-Tienes muy buenos gustos con los libros-me dice.

-¿Los has leído ya?

-Sí, te van a encantar.

-Eso espero-contesto cogiendo la bolsa y tendiéndole el dinero.

Salimos de la tienda y vamos hasta una cafetería del centro donde sirven los mejores cafés y el mejor té que he probado nunca. Estamos allí hasta que se nos hace tarde y volvemos a casa.

-Procura que tardar más de una semana en leerte los libros-comenta mi madre con picardía.

-No sueñes con ello.

Finalmente, después de la llamada rutinaria por skype, me voy a dormir no sin antes haber empezado uno de los libros.

×Una simple fan.×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora