-15.

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Los débiles rayos del sol penetran entre las cortinas dándome directamente en la cara haciendo que me meta completamente debajo del nórdico e intente volver a dormir.

-Tenemos que mudarnos...

-¿Qué?-digo al límite de la histeria-¿Por qué? No puedes hacerme esto mamá, no ahora.

-Lo siento, cariño. Sabes que últimamente he tenido que trabajar mucho para poder llegar a fin de mes y me han dado la opción de trabajar en otro edificio de la empresa.

-Dime al menos que está al lado de Gijón.

-Siento decirte que no...

-¿Y a dónde vamos?

-Me han trasladado a...

-Manuela despierta.-me agita mi madre suavemente mientras retira el nórdico de mi cara.

-Todo ha sido un sueño-digo.

-Me mira confusa pero prefiere no preguntarme-Hay un chico en la sala esperándote.

Al notar mi cara de asombro mueve los hombros dándome a entender que no sabe qué quiere.

-Ahora voy-digo y me levanto de la cama. Sin ni si quiera cambiarme voy hasta la sala de estar. 

-Hola-dice este sonriendo y mirándome de arriba a bajo.

Creo que este ha sido uno de los momentos más embarazosos e inesperados de mi vida. Miro hacía mis pies y veo que llevo mi ridículo pijama rosa y gris de ositos junto unas zapatillas en forma de conejos y el pelo todo despeinado en un moño que me hice antes de dormir.

-Abraham, ¿Qué haces aquí?-pregunto totalmente sonrojada.

-Sé que estás castigada y siento haberte despertado pero me preguntaba si querías venir a comer conmigo y luego ir a dar un paseo por ahí.-automáticamente miro a mi madre suplicándole con la mirada y esta, tras poner un gesto de desesperación, acepta.

-Vas a tener que esperar a que me prepare.

-No hay problema.

-Ven a mi habitación mejor-digo procurando que esa frase no esté fuera de lugar y no la interprete de mala forma.

Entramos en mi habitación y tras pedir perdón por tal desorden debido a la ropa de ayer tirada por el suelo y la cama desecha abro el armario. Me quedo mirando durante un buen rato hasta que decido coger un conjunto que se compone de un pitillo negro alto, una camiseta blanca con unas letras negras que dejan ver dos dedos de mi tripa, unas vans y una chaqueta vaquera junto una bufanda redonda de lana negra y un gorro del mismo color con un pompon en la parte superior. Entro al baño y con intenciones de ducharme rápido para no hacerle esperar, me meto en la ducha sin haber dejado que el agua calentase del todo teniendo que aguantar así las ganas de pegar un grito al sentir el agua congelada cayendo sobre mí. 

Salgo a toda prisa y tras secarme a medias me pongo una toalla en la cabeza amarrándome el pelo para que no gotee. Me visto lo más rápido posible y cuando voy a coger el secador del armario me doy cuenta de que lo tengo en la habitación

Me quito la toalla de la cabeza y salgo del baño mientras me cepillo el pelo.

Al abrir la puerta encuentro a Abraham mirando las fotos que tengo sobre el cabecero de la cama. Me acerco a él y veo que tiene una en la mano.

-Esa es de cuando era pequeña, y ese de ahí-digo señalando al señor de chaqueta roja- es mi padre.

-Estabas muy guapa con trencitas.-dice y mi nivel de vergüenza comienza a aumentar.

Abro el armario de nuevo y cojo el secador.

-¿Puedo hacerlo yo?-Me dice cuando estoy apunto de atravesar la puerta.

-¿El qué?-señala el secador y lo entiendo a la primera. Me siento en la cama y tras enchufar el secador, empieza a cepillarme el cabello con suavidad.

Enciende el secador y poco a poco intentando no quemarme comienza a sacarme algunos mechones. Noto sus manos rozar mi cuello y eso me pone la piel de gallina. Sentirle tan cerca me reconforta, me hace sentirme de algún modo protegida, es como si algo dentro de mí esté comenzando a mirarlo desde otro punto y no con los ojos de una fan.

Cierro los ojos mientras él sigue a lo suyo. De pronto apaga el secador y tras cepillarlo por última vez siento un beso en la coronilla que hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.

-Listo-dice.

-Gracias.-me miro al espejo y acabo de peinarme yo la parte delantera para ponerme el gorro y poder irnos ya.

Cojo una bolso pequeño y tras meter todo lo necesario dentro, empujo con delicadeza a Abraham hacia la puerta.

-Mamá, nos vamos.-grito desde el pasillo.

-¿Tienes dinero?

-Sí tranquila.

-A las once aquí. Si pasa algo me llamas.

-No se preocupe que la cuido yo-dice Abraham mientras me empuja él esta vez y cierra la puerta tras su espalda. Empiezo a reírme y me mira sorprendio.

-¿La cuido yo? ¿En serio?-río más fuerte.-Si tengo más fuerza que tú.-lo empujo haciendo que retroceda y echo a correr pero de poco me sirve porque a los dos segundos noto como me coge de la cintura y me carga a sus hombros.

-¿Más fuerte que yo decías?-esta vez es él el que ríe.

-Bajame nenaza.

-Wow, ¿Nenaza?-acto seguido empieza a dar vueltas conmigo encima.

-¡Vale, tú ganas! Pero bajame de aquí- suplico.

-No se piden así las cosas señorita.

-Resoplo- Por favor Abraham, bajame.-Me baja y tras darme un leve abrazo y deja su brazo por encima de mis hombros.

-¿Vamos a comer señorita?-pregunta y sonríe al ver que estiro mi brazo por detrás de él y la apoyo en su costado.

-Sería un placer  joven caballero.

×Una simple fan.×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora