-35.

166 23 1
                                    

-¿Estás seguro de que quieres hacerlo, Abraham?

-Qué sí, Tony. Ya se lo he dicho a mamá y a Jacob trescientas veces.

-Sería el segundo que cancelas...

-Me da igual. Como si tengo que cancelar el siguiente también.

-No puedo creer que no seas capaz de alejarte tres malditas horas que es lo que dura el concierto de ella.

-Me pongo de pie-Yo sí que no puedo creer que no entendáis que quiero estar aquí, con ella. Día y noche. Sé que mis Abrahamers lo entenderán y en cuanto Manuela despierte fijaremos dos fechas para esos dos conciertos perdidos.

-Hace dos semanas que no te conectas a las redes sociales y te hemos tenido que estar excusando todo el rato. Ya no te pido que vayas al concierto, sino que seas tú el que aclare las cosas en Twitter.-dice saliendo de la habitación y dando por finalizada la conversación.

Ya van dos semanas desde que está en coma y tiene razón Tony en lo de que ni si quiera me he conectado a las redes sociales y no sé qué rumores se habrán inventado que tan loco traen a mi hermano. No tengo intención de mirarlo ahora. Ni si quiera sé dónde he dejado el móvil.

Mañana transladarán a Manuela al hospital de Gijón gracias a Jacobo y así la familia que queda por verla podrá ir a visitarla. Cada vez está más demacrada, está más delgada y su piel está demasiado pálida. Ya no tiene el constante calor en las manos y hasta su pelo ha perdido brillo. Sus labios ya no tienen el mismo rosado que antes, los tiene cuarteados por culpa de la sequedad y en los brazos tiene pequeños hematomas al rededor de las vías que tiene conectadas.

Hay una enfermera que se pasa mucho tiempo a cargo de ella, le peina el pelo, le lava, le moja la boca con un hielo para intentar revivir sus labios... Siempre me deja ayudarle y en más de una ocasión me ha preguntado por nuestra relación y yo le he tenido que explicar que no tenemos algo serio. Que simplemente la amo y que soy incapaz de alejarme de ella. Cris, la enfermera, se enternece cada vez que me escucha hablar de Manuela y de todo lo que tengo pensado hacer con ella cuando se recupere.

A pesar de su aspecto, Cris me dice que sigue igual, que no ha empeorado ninguna de sus funciones vitales pero que tampoco han mejorado.

María se ha tenido que ir con Jacobo a Gijón muy a su pesar para acabar de hacer los papeleos allí. Se fueron ayer por la tarde y desde entonces no ha parado de llamar a mi madre para preguntarle si hay algún síntoma de mejoría. Cameron se ha ido esta mañana por asuntos personales y

casi que me alegro ya que tampoco se ha querido separar de ella y hemos tenido que establecer una hora por la tarde para que él pueda estar a solas con ella mientras yo espero pegado a la puerta impaciente hasta que salga.

Carmen, su abuela, cuando me vio y vio que llevaba la pulsera que ella le había regalado a Manuela, me tocó la mejilla y me dio las gracias por cuidarla tanto.

Sigo culpandome de lo que le ha pasado. Sigo pensando que si hubiese ido de vez en cuando entre concierto y concierto a verla, ella no hubiese venido y no le hubiese pasado nada de esto y en dos semanas estaría de nuevo en Gijón.

No sé cuándo va a despertar ni cuándo podremos irnos de aquí, de lo que sí que estoy seguro es de que no la voy a dejar marchar, de que no la quiero perder nunca.

No tengo ni idea de la cantidad de veces que he llorado mientras le hablo o mientras le canto alguna de sus canciones favoritas. De vez en cuando le leo fragmentos de las hojas marcadas de alguno de los libros que traía en la mochila o le pongo la radio un ratito.

Estoy empezando a desesperarme de todo el tiempo que llevamos aquí metidos, pero lo que sea por ella. Por nosotros.

×Una simple fan.×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora