— ¿No es un bonito día? — la voz del Padre Carden resonó al lado de Elaine, que no tardó en volverse hacia él con una expresión neutra.
— Otro brillante y espléndido día en el que las fuerzas del mal y los demonios abandonarán esta tierra para volver al lugar al que pertenecen— siguió hablando el hombre mayor mientras cabalgaba con orgullo y altanería en su imponente caballo negro.
— Tiene razón, Padre— respondió casi con voz mecánica la morena, que ya había aprendido hacía tiempo a responder todo lo que ese hombre quisiera por mucho que se distanciase de lo que verdaderamente quería decir. — Hoy es un día estupendo entonces.
El anciano le dedicó una sonrisa ladeada que no le gustó nada a Elaine y volvió a reanudar su marcha para liderar a sus hombres mientras dejaba a la chica atrás de nuevo sola con sus pensamientos.
"Recuerda que no importa si te conviertes en una pesadilla, lo que importa es que no te conviertas en el enemigo". Las palabras que le había dicho el mago Merlín antes de emprender esa misión suicida todavía resonaban en la cabeza de Elaine, de hecho, se las recordaba a sí misma cada vez que sabía que estaba a punto de cometer una atrocidad.
Había pasado mucho tiempo desde que había dejado a Merlín en aquel agujero en el que vivía y ya le costaba no perder la cabeza entre tanta maldad y crueldad. Los días se habían vuelto semanas, las semanas se habían vuelto meses y cuando se pasaba el tiempo de forma muy lenta debido al constante horror en el que vivía Elaine, era ya difícil conservar la noción del tiempo.
De vez en cuando le llegaban rumores y se las arreglaba para zafarse del agarre de los Paladines Rojos con el fin de encontrarse con informadores secretos, o al menos lo había hecho en las primeras semanas de la misión. Merlín se había vuelto cada vez más loco y conservaba menos su reputación, su familia estaba escondida y ni se inmutaba ante lo que sucedía en el exterior y los Fey no paraban de morir. Aunque esto último no era una noticia exclusiva, pues ella misma era la que ayudaba a causar esas masacres.
Desde su primer encuentro con el Padre Carden, el hombre había quedado hipnotizado con la muchacha de pelo negro como el carbón, pues le estaba proporcionando los medios para poder rastrear y cazar como animales a la raza mágica que tanto despreciaba. Así que, no había tardado en ordenar que no se separara de su lado en casi ningún momento, lo cual la asqueaba en gran cantidad.
Los Paladines Rojos tenían una reputación en todo el país, todos sabían que su nombre significaba muerte y destrucción para todas las criaturas místicas como las brujas o las hadas. Pero una cosa diferente era escuchar las historias y otra diferente era vivirlas. El primer día que Elaine había sido testigo de la quema de un campamento de hadas había tenido que aguantarse tanto las lágrimas que luego a solas en su tienda de campaña había llorado toda la noche en silencio hasta que los ojos le escocieron. Y ahora, después de vivir lo mismo una y otra y otra vez, había aprendido a controlar algo mejor sus emociones.
Esto no quería decir que aceptase la fe de los Paladines o que de repente apoyara sus ideas, más bien significaba que se había convertido en alguien que había aprendido a vivir con el dolor y la culpa, lo cual no era nada fácil. Por eso siempre se recordaba las palabras de Merlín, necesitaba creérselas para ver que no importaba lo que hiciese, pues llegaría el día en el que todo cambiaría y podría zafarse del Padre Carden y de sus paladines, podría huir y podría enfrentarse a ellos dejando de ser una marioneta. Y ese día, Elaine les daría su merecido.
Pero conforme pasaba el tiempo, hasta creer que ese día iba a llegar se convertía en una idea muy lejana.
— ¡Ya falta poco para llegar! — la voz de Carden resonó por el lugar y los Paladines no tardaron en ponerse en marcha, cogiendo las riendas de los caballos y cabalgando con ferocidad.
ESTÁS LEYENDO
ENEMY ──── cursed.
FanfictionElaine tenía una misión, aunque más bien, se trataba de una misión suicida. Siendo una hechicera, tenía el poder de conseguir cosas que otros no podían, de modo que decidió hacer lo que nadie se había atrevido a hacer antes en aquella lucha. Con el...