CAPÍTULO XII

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No habían pasado ni cinco minutos cuando un plan de repuesto fue propagado entre el grupo de Paladines Rojos gracias al Monje Llorón, que no tardó en dar órdenes claras a los hombres de Carden mientras Elaine observaba de forma impaciente y ansiosa por la vida de sus conocidos.

— Los vamos a sacar de ahí sí o sí— anunció el Monje— traed la tela y el aceite.

Los paladines no tardaron en registrar la tarea y ponerse en marcha, en apenas unos momentos los cubos ya estaban dispuestos en la hierba y todos se encontraban cogiendo sus arcos para cargar las flechas, ahora convertidas en armas incluso más peligrosas.

Elaine se removió en su asiento y observó con cautela la escena, intercalando los vistazos a los hombres de capas rojas con las miradas de atención al molino en caso de que sucediera algo. La morena intentó pensar en una manera de poder ayudar a Gawain y al resto, no obstante, no encontró nada pues trabajaba bajo presión. Solamente le quedó ayudar a encender las flechas esperando que los Fey recluidos en la construcción encontrasen una manera de salir de allí.

— Atención— avisó entonces el Monje Llorón.

Cada uno de sus hombres alzó su respectivo arco con las flechas en llamas y esperó a que él lanzara el primer aviso, para después disparar con la mejor puntería que pudiese. Cuando la flecha del tipo con lágrimas pintadas en la cara desapareció entre la pequeña ventana del molino, la hechicera apretó su mandíbula con tensión.

Si las flechas de por si no mataban a ninguno de los Fey, sin duda el humo y el fuego que las acompañaban lo harían tarde o temprano. Como había previsto, el grupo había fijado un objetivo y no iban a dejar escapar la oportunidad de acabar con el Caballero Verde, a quién se habían encontrado por una completa casualidad del destino. El caso era que Elaine vio momento tras momento cómo los Paladines Rojos conseguían hacer arder medio molino a pesar de que nadie había salido de él. Si lo hacían, morirían a manos de los paladines y si no lo hacían, morirían a la merced de las llamas. Era una situación desesperanzadora.

Ver cómo Gawain y el hombre moreno salían por la parte trasera del molino empeoró el ánimo de la morena, que abrió los ojos y no tardó en correr hacia ellos junto algunos paladines, con miedo a que algo malo sucediera. Pero cuando Elaine pensaba que ya iba a tener que cargar en su espalda con el peso de las muertes amigas, una chispa se encendió en su interior al ver cómo el Caballero Verde solamente era una distracción para que el resto de los Fey pudieran salir de su escondite.

Elaine frunció el ceño al ver a un pequeño niño rubio, al cual juraría haber visto antes; no obstante, no quedó tiempo para pararse a contemplar el paisaje cuando éstos se marcharon mientras la lucha aún seguía. Y ahora, el Monje Llorón se había percatado de la estrategia y corría detrás de ella para alcanzar a los dos individuos también. Pero si Elaine ya se había sorprendido al ver que las personas mágicas habían podido escapar, cuando captó un brillo por el rabillo del ojo se detuvo con confusión. ¿Qué estaba ocurriendo?

El cielo se removió y una especie de tornado envolvió el molino por completo, apagando y asfixiando el fuego ante la atónita mirada de todos los presentes. Como si de un gesto reflejo se tratase, la joven miró a los lados intentando averiguar qué sucedía porque una cosa estaba clara: ella no había causado aquello por mucho que quisiera. Pero luego, no le quedó más remedio que entrecerrar los ojos al ver que el tornado se dirigía hacia ellos de forma amenazadora.

Elaine juraría que había visto cómo alguien sacaba a Gawain y al otro individuo de allí, pero en cuanto solamente fue capaz de ver cenizas e inhalar humo, no estuvo muy segura de poder confiar en sus instintos. Con un gesto de su mano pretendió librarse de la niebla ante ella y cuando su visión estaba más clara, efectivamente comprobó que los dos hombres no estaban de pie luchando a unos metros más lejos de ella. De hecho, no había ni rastro de ellos.

ENEMY ──── cursed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora