CAPÍTULO VII

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Todo pasó muy rápido. En un momento Elaine se encontraba aliviada al ver que Nimue no estaba y al siguiente estaba yendo de un lado para otro en la abadía buscando a la muchacha, a pesar de que se alegraba inmensamente de que hubiera podido huir. Por mucho que esa pequeña victoria fuera algo digno de sentir alegría, Elaine sabía que las consecuencias que esto podía desatar eran inmensas.

La persona más buscada por los Paladines Rojos se había escapado delante de sus narices, es más, una joven Fey que portaba la Espada de Poder había conseguido huir sin ser vista de los hombres de Carden y ahora estos no dudarían en recorrer el territorio que hiciera falta para poder acabar con ella.

— ¡Maldita sea! — la voz de Carden resonó en la sala en la que se habían reunido.

El hombre se dirigió a la mesa a buscar los papeles que el Monje Gris le había traído, los papeles con la ubicación de los Fey. Pero los pergaminos no estaban allí, de hecho, no estaban por ninguna parte.

— ¿Quién los ha cogido? — comenzó a preguntar el hombre, visiblemente agitado y enfadado.

Elaine entonces echó un vistazo a la habitación con los ojos ligeramente entrecerrados, que se tiñeron de curiosidad cuando captó un rastro de cenizas en el fuego. No podía ser. Con cuidado, atravesó lentamente la habitación ganándose la atención de todos los presentes y con cuidado, cogió los restos que quedaban en el fuego para observarlos. No había duda, eran los papeles que Carden deseaba. Y Elaine supo en ese momento que Nimue les había dejado aquel regalo antes de irse.

Esta vez la joven morena sí tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener una leve sonrisa orgullosa y un bufido de admiración, la muchacha de Dewdeen tenía valor y Elaine debía admitirlo. No obstante, ese gesto había avivado el fuego de la rabia del Padre Carden y este no había dudado en causar un pequeño caos en la abadía.

Mientras lideraba a un grupo de paladines para dirigirse al exterior, la morena pensaba en Nimue, en Igraine y en la propia abadesa, con quien Carden había insistido en estar a solas no precisamente para felicitarle por su labor. Más bien para todo lo contrario. Y Elaine no podía quedarse a su lado viendo el terrorífico espectáculo cuando tras semanas de horror y dolor, había atisbado un rayo de esperanza en el oscuro camino que había decidido tomar.

— ¡Padre! ¡Han encontrado a alguien! — avisó entonces un paladín tras unos momentos de incesante búsqueda, cuando los Paladines Rojos ya habían decidido preparar todo para marcharse de allí.

Carden entonces miró al Monje Llorón y a Elaine y les hizo un gesto con la cabeza, ambos no tardaron en seguirlo hasta el camino de entrada a la abadía.

Elaine ya temía que hubieran dado con Nimue cuando vio a Igraine siendo traída por un par de hombres de capas rojas, en su rostro se veían heridas y golpes y el pensamiento de que le hubieran hecho daño enfado a la hechicera. No obstante, parecía que se equivocaba.

— La bruja huyó, me atacó con el bosque— alegó la muchacha.

Elaine se quedó quieta y callada mientras observaba. "Buena coartada", pensó entonces. "Si tan solo con eso bastase para que estuviera a salvo". La hermana que había revelado a Nimue, una joven llamada Iris, parecía de lo más incrédula y desconfiada de las que se suponía que eran su familia. Definitivamente no le daba buena espina a la morena.

La conversación, o más bien interrogatorio, continuó e Igraine defendió que Nimue había huido hacia Hawksbridge. Tras mandar al Monje Llorón a buscar a la chica preparando un asedio, Carden luego comenzó uno de sus discursos. Elaine habría dejado de prestar atención de no ser porque sus palabras escondían una amenaza y un castigo. De modo que cuando este dio una orden, la joven contempló con horror como sus hombres traían a la abadesa Nora.

ENEMY ──── cursed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora