EPÍLOGO

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Elaine sabía que esa noche lo había cambiado todo. Cada acción que cada persona involucrada había tomado, cada segundo que había pasado, cada cosa dicha, aquel conjunto de diversos elementos había propiciado que nada fuese a ser como antes en el continente. Y, a decir verdad, ninguna de las tres personas que se encontraba cabalgando por los verdes caminos podía imaginarse si quiera lo que había sucedido tras haber conseguido escapar.

La muchacha sentía todas sus extremidades agotadas por el largo paseo que estaban tomando. Desde el momento en el que Squirrel y ella habían podido montar al Monje Llorón en su caballo, el único objetivo que habían tenido había sido salir corriendo del campamento de los Paladines Rojos. La mayoría se había ido, sí, pero algunos se habían quedado a vigilar, por no hablar de los miembros restantes de la Guardia de la Trinidad. Ante la idea de volver a ser atacados o retenidos, no habían parado de cabalgar en toda la noche por mucho esfuerzo que se requiriese.

— ¿A dónde vamos? — Squirrel había preguntado casi nada más abandonar el territorio que abarcaba el asentamiento de los hombres de Carden.

— No lo sé— respondió Elaine todavía, aún tenía la cabeza algo borrosa y solamente estaba concentrada en alejarse tanto como pudiera de allí. — Supongo que tendremos que volver con los Fey.

— ¿A Gramaire? — el niño rubio intercedió de nuevo, Elaine negó con la cabeza.

— Gramaire ahora es territorio de guerra y lo mejor será ir en dirección contraria— replicó la morena. — ¿Quizás al nuevo refugio? ¿Dónde están los demás Fey a los que salvasteis?

Según Squirrel estaban a salvo, solo era cuestión de dar con ellos. Elaine iba a preguntar en qué dirección se suponía que debían cabalgar cuando un gruñido los interrumpió a ambos y por primera vez, la hechicera se volvió reparando en la presencia del Monje Llorón, viendo cómo los acontecimientos de la batalla se reproducían a cámara rápida en su cabeza.

— Pensándolo mejor, no sé si será buena idea aparecer con él— gritó entonces Elaine para hacerse oír a la par que continuaban el viaje, y conforme las palabras abandonaron sus labios no pudo evitar pensar que tampoco sabía si era buena idea presentarse allí como si nada debido a su trabajo durante los últimos meses. — Dudo que vayan a ser tan comprensivos como nosotros.

De hecho, de no ser porque el Monje Llorón casi había dado su vida por Squirrel y ella, probablemente Elaine tendría sus dudas para confiar en él. Las matanzas y asesinatos que había causado entre la comunidad de seres mágicos no desaparecerían así como así, todo el terror que había causado y la sangre que había derramado no se olvidarían fácilmente. Pero no les quedaba otra opción que avanzar y desear que los Fey comprendieran que no era más que una herramienta que el Padre Carden había utilizado desde que lo había adoptado y entrenado. Esa era otra de las razones por las cuales Elaine estaba ignorando las cosas que su cabeza le decía por el momento. Conocía a Carden de primera mano y sabía que era perfectamente capaz de usar la magia para combatir a la magia, de modo que, con casi toda seguridad, la propia bruja estaba dispuesta a ayudar al Monje Gris porque sentía algo parecido a la empatía por él.

— Nos ha salvado, eso tiene que contar— las palabras de Squirrel fueron más positivas y Elaine no pudo hacer otra cosa más que encoger sus hombros.

— ¿Qué tal está? — cuestionó entonces ella señalando al Monje con la cabeza, Squirrel se giró levemente mientras el hombre los miraba aun recuperándose de la pelea con los guardias de la Trinidad.

— Está vivo— corroboró el crío, ganándose un resoplido por parte del herido y una sonrisa divertida por parte de la hechicera. — ¿No tienes alguna poción para curarle? ¿No puedes usar tus poderes?

ENEMY ──── cursed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora