CAPÍTULO XIII

892 100 24
                                    


La búsqueda de los Fey por parte de los Paladines Rojos había continuado tan pronto como el Monje Llorón lo había ordenado y el grupo no había descansado hasta obtener resultados. Al parecer, los refugiados en el escondite de las Minotauro habían huido o se habían escondido con sus habilidades, pues no había ni un solo rastro de un clan tan grande, lo cual alegraba a Elaine. No obstante, la ferocidad y la sed de sangre de los acólitos de Carden por fin dieron su fruto no mucho después.

El Monje Gris había detectado un rastro y los paladines que iban con él no habían esperado hasta coger a su presa, que había resultado ser un convoy lleno de criaturas mágicas del refugio. De este modo, habían causado una repentina emboscada y sin piedad, habían acabado con la vida de todos los presentes en el carro. Liderados por el servidor de Carden, los hombres de capas rojas habían quemado, herido, torturado y asesinado a cada uno de los Fey hasta que el suelo quedó cubierto de sus cadáveres. Como siempre, la persona que dirigía esa partida de caza había sido la que más muertes había causado y de la misma forma Elaine se había visto obligada a acabar con aquellos que deseaba proteger.

Ver la sangre, algunos órganos esparcidos, huesos rotos y demás elementos grotescos en la escena solamente contribuía a que el estómago de la morena se retorciera. Lo único que consiguió hacerle sentir mejor fue examinar a todas las víctimas con disimulo y comprobar que no había figuras importantes entre ellas, como Nimue o Gawain. Se encontraba volviéndose a colocar las mangas de su vestido, pues se las había recogido tan pronto como se había visto envuelta en la lucha y había tenido que intervenir con su magia, cuando el Monje carraspeó y todos levantaron sus cabezas para escuchar qué iba a decir.

— Marchaos, hermanos. Id a encontrar al resto de los Fey antes de que se escapen o tomen otro refugio— habló él.

— De acuerdo— corearon los Paladines Rojos mientras limpiaban sus armas en la hierba y se disponían a montar en sus caballos.

— ¿No vienes con nosotros, hermano? — preguntó entonces uno de ellos.

El Monje Gris se giró y negó con la cabeza mientras tragaba saliva.

— No— no tardó asimismo en señalar a Elaine con la cabeza— ella y yo nos quedaremos por los alrededores por si acaso. Puede que alguno siga por aquí.

Los paladines asintieron diligentes y una vez todos estuvieron preparados salieron rápidos como el rayo de la escena que habían causado, dejando solos al Monje Llorón y a la hechicera una vez más. Elaine entonces comenzó a caminar en círculos por el claro, vigilando el paisaje y poniéndose alerta ante cualquier signo de una nueva aparición. No obstante, el tiempo pasaba lentamente y por mucho que el rastreador de Carden esperase poder matar a más criaturas, parecía que la matanza había acabado por hoy.

— Voy a rastrear el terreno— informó la chica tras emitir un pequeño suspiro de hartazgo— quizás yo encuentre algo.

Sin esperar una respuesta del hombre encapuchado, se dio la vuelta y comenzó a alejarse. El único sonido que existía en ese momento eran sus pisadas resonando en el bosque, pero éste quedó momentáneamente interrumpido cuando la muchacha escuchó una voz calmada y sinuosa tras ella.

— No te alejes demasiado.

Elaine bufó y sin girarse siquiera para responder, salió del claro para despejar un poco su cabeza de la vista de tantos cuerpos inertes. Ascendió por las pequeñas elevaciones, alejándose del olor a muerte y a ceniza, además, hasta comenzó a oír cosas más relajantes como el sonido de los pájaros cantando ligeramente e incluso el rumor de agua corriendo. Elaine había dicho que iba a rastrear como una excusa, pero cierto era que miraba a sus lados para comprobar que no había ni un rastro más de los Fey, pues si tenía el poder de impedir alguna muerte más, debía usarlo.

ENEMY ──── cursed.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora