Capítulo 8: El destino y su ironía

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Dedicatoria

El tiempo se ha detenido, para él, por siempre.

Todo lo que queda son ecos del pasado en nuestras memorias.

Él ahora está inmóvil, mudo, apagado. Y así estará.

No volveremos a vernos. Él no volverá a vernos.

No volverá a hablarnos. No volverá a sonreír o llorar.

Simplemente no volverá.

Se ha ido y nos duele profundamente.

Pero tú sigues aquí. El tiempo no se ha detenido para ti. Tú importas más que nadie.

Cuídate, quiérete mucho.

Porque tendrás que ser fuerte para el mañana.

Y yo estaré ahí si me necesitas.

El COVID-19 es una enfermedad real. Tiene la capacidad de quitarte la vida. Por eso mismo protégete a ti y a tus seres queridos. Esto no es ninguna broma o mentira. Es tan real como la misma muerte. No salgas de casa si no es necesario y sigue al pie de la letra las reglas sanitarias de tu región.

Esto pronto acabará, pero sin duda alguna no volveremos a la antigua realidad.

Este capítulo es dedicado a mi padrino, Eduardo. Gracias por siempre quererme sacar una sonrisa cada que tenía oportunidad y por preguntarme en las reuniones familiares de los domingos qué libro era el que leía ahora. Le quiero muchísimo y le extrañaré por siempre.

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Sesshomaru arribó a su castillo al amanecer. Se había bañado en un río para borrar el dulce aroma de Rin, pues no deseaba que nadie del palacio conociera su esencia. Aún no daría a conocer su relación con ella. Antes debía asegurarse de que todo estuviera en orden.

Había ordenado a Jaken que nadie lo recibiera. Primero, planeaba llegar en paz hasta sus aposentos. Ya se preocuparía luego de lo acontecido durante su ausencia.

No obstante, en ese momento, uno de sus mejores soldados se le estaba acercando. Sesshomaru le envió una mirada de desaprobación que el soldado captó al instante. Entonces, el militar se detuvo a unos pasos de él e hizo una reverencia.

Jaken intentó moverlo de donde estaba:

—¿Qué estás haciendo, eh? —le reclamó tratando de empujarlo, pero sin conseguirlo—. ¡El Señor Sesshomaru dijo que nadie lo recibiera!

—Señor —y el soldado se levantó, ignorando al pequeño yokai—, es bueno que haya regresado.

Sesshomaru dejó de caminar y lo vio con curiosidad.

—¿Por qué desperdicias tu saliva en palabras inútiles?

—Es importante, Señor —y volvía a hacer otra reverencia. Jaken no dejaba de empujarlo—. Los batallones que envió a invadir los campos del sur de Toshiokumo han sido derrotados. Y ahora han logrado avanzar más hacia el castillo, Señor.

Sesshomaru no dijo nada. Oyó las palabras y se limitó a seguir su camino hacia su habitación.

—¿Señor? —el soldado veía cómo echaba a andar. ¿Acaso no le importaban las noticias que le había dado?

Sesshomaru pasó de él. Jaken se rindió en querer mover al pesado soldado y se unió a la caminata de su Amo.

—Esperen mis instrucciones —fue lo que respondió con calma y se alejó sin mirar atrás.

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