Capítulo 16: Una tarde de encuentros

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Gin había tenido que escapar. No habría podido soportar más reclamos. Tuvo la necesidad de encontrar algo con lo que distraerse. De no hacerlo, creía que explotaría en cualquier momento.

Ahora se encontraba lavando en el río. Por el amor de los dioses, ¿que Rin se dedicó solo a la ropa del pueblo y olvidó por completo la suya?, pensaba desconcertada mientras tallaba por enésima vez el bajo del kimono. Continuaba manchado de lodo.

Había decidido lavar su ropa. Al menos eso ayudaba a sentirse mejor. Creía que de esa manera enmendaba su error descomunal.

Porque en verdad deseaba sentirse mejor. Lo necesitaba.

—Desaparece, por favor —decía al tiempo que tallaba con todas sus fuerzas.

Habían pasado dos semanas desde que Rin había dejado el pueblo. Dos semanas ya habían pasado desde que la aldea entera le tachara de farsante. Y desde entonces, había sido así: nadie le dirigía la palabra. Era como si no existiera. Gin sabía que se lo merecía. Sin embargo, eso no quería decir que se lo tomara muy bien que digamos.

La mancha estaba casi por salir. Cuando comenzaba a sentirse mejor por su desaparición, por tallar tan fuerte y rápido, una de sus manos no llegó a rozar la tela, sino que salió disparada hacia su cara. Por accidente se golpeó la mejilla izquierda.

Dejó el kimono recién limpio a un lado. Tal parecía que ese tampoco sería su día.

Quiso echarse a llorar. El golpe le hizo recordar aquel momento. El rostro aún le dolía por la bofetada. La bofetada que había recibido la mañana en la que el pueblo se había enterado que había sido ella la responsable de haber armado el enorme enredo sobre la supuesta propuesta de Rin, quien había ido tras el Señor Sesshomaru sin que nadie se diese cuenta la noche anterior. Todos se habían levantado desde temprano, preguntando por Rin. Pero ella no estaba en ningún lado. Tampoco lo estaba Sesshomaru ni ninguno de sus acompañantes. Kozue había esperado a que Gin se levantara:

—¿Por qué mierda lo hiciste, Gin? Sabías que Rin estaba coladita por Sesshomaru. Fue muy cruel de tu parte haber hecho todo eso.

Tú no eres amiga de Rin, oía en el silencio la voz del Señor.

Gin no supo qué decir. La vergüenza y la tristeza le habían quitado la capacidad de pensar y hablar.

Y al parecer eso le había bastado a Kozue, quien más tarde le había dicho: tendrás que decírselo a todos. ¿Lo sabes, verdad?

Ella había asentido frenética. Lo sabía. Había ansiado por explicárselo a todos. Se sentía inundada de culpa y deseaba liberarse.

Pero no había esperado el golpe.

—Has perdido el derecho de dirigirte a mí, muchacha —le había dicho la anciana Kaede luego de proporcionarle tremenda bofetada.

Nadie dijo nada. Todos los que se habían congregado en el centro del pueblo se habían ido, como repelidos por la sola presencia de Gin. Kya y Suki habían sido las únicas que se quedaron con ella, a pesar de los comentarios de la gente. Kozue se le unió dos días después, luego de que —sospechó Gin— se le pasara el enojo. Y desde que la anciana Kaede, el Monje Miroku y su esposa se habían marchado a una misión de exterminación, la aldea entera hacía como si no la conociera.

Gin tornó su mirada vacía a la cesta de ropa. Se levantó sin ánimos del suelo y fue hasta ella. Sacó de ahí el kimono que Rin había usado para el festival y se le antojó probárselo. Entonces, sus ropas raídas se deslizaron al suelo. Dejó que la tela sedosa del lujoso kimono cubriera sus penas. Miró su reflejo en el río.

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