Capítulo 15: Un día de viaje (Parte uno: Una complicada discusión)

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Aún estaba oscuro, aunque debía faltar poco para el amanecer. A través de una de las pequeñas ventanas de la enorme habitación en la que descansaban, Rin escrutaba las estrellas, deseando con toda su alma que desaparecieran de una buena vez, como si mágicamente fueran a escuchar su petición. Necesitaba que amaneciera: quería ponerse en marcha cuanto antes. Claro, podría hacerlo ahora, pero no debía, pues el Señor Sesshomaru la reprendería: ¿te volviste a despertar antes del amanecer? No estás durmiendo bien. Regresa al futón. Y luego Rin debía volver a acostarse, aunque solo conseguía seguir escrutando las estrellas y ser presa de la ansiedad.

Cerró los ojos antes de darse media vuelta. Debía al menos fingir que dormía. Puso en marcha su audición y escuchó a la perfección los ronquidos del Señor Jaken. Aguzó sus oídos y oyó los débiles suspiros de Ah-Un, pero no era lo que buscaba. Apretó los ojos, como si eso fuese a incrementar su percepción auditiva, y se dedicó a seguir escuchando. Oyó el cantar de las aves que pasaban volando, el ligero murmullo del follaje de los árboles, el lejano ajetreo madrugador de los aldeanos, e incluso pudo advertir unos pasitos que no había notado antes, seguramente de algún insecto; pero ningún sonido proveniente del Señor Sesshomaru: ¡ni siquiera su respiración!; y eso que lo tenía al lado.

No le quedaba de otra que arriesgarse. Rin siguió respirando como si se encontrase en un profundo sueño —tratando de imitar al Señor Jaken— y entreabrió los ojos. Vio que la habitación aún era gobernada por la oscuridad: seguía sin amanecer. ¿Cuándo planeaba salir el sol? ¡Ya se estaba tardando! Rin desesperó, provocando que perdiese la concentración de su respiración y, en lugar de exhalar como si estuviese en sus dulces sueños, resopló cual caballo, dejando escapar su frustración.

Al instante fue consciente de su error y volvió a fingir que dormía. Pensándolo mejor, su resoplido podría pasar como ronquido, señal de que estaba bien dormida. No había porqué sucumbir al pánico. Contó diez pasitos del insecto que caminaba y se acomodó para quedar frente al Señor Sesshomaru. Contó otros diez pasitos y se animó a abrir los ojos una vez más. Si el Señor estaba dormido podría escabullirse para preparar el equipaje...

—Vuelve a dormir. —Tan pronto como los abrió, se topó con los autoritarios ojos del daiyokai. Incluso estando todavía oscuro, sus iris ámbar parecieron emitir luz propia.

La había atrapado, una vez más.

—¿Usted nunca duerme? —Rin se quejó sin reprimir el mohín que su cara gesticuló. Al igual que el resoplido, era imposible no expresarlo.

—No. Duérmete —respondió cortante.

Rin acentuó su mueca.

—Ya casi amanece —replicó ella.

—Pero aún no —arguyó él.

—Quiero tomar agua.

—Aquí hay —le pasó una taza.

Ella lo miró sorprendida. ¿De dónde había sacado eso? ¿Guardaba tazas detrás de él todo el tiempo?

Rin se incorporó y bebió el agua en silencio.

—Ahora duerme —le dijo Sesshomaru cuando terminó.

—Pero ahora quiero hacer pis —declaró.

El Señor suspiró.

—Rin...

—Es una necesidad humana, Señor Sesshomaru —le explicó como si él desconociera aquel dato—. Consumimos alimentos y deben salir por algún lado.

—Rin...

—Kagome-sama una vez me lo explicó —tratando de rehuir del Señor Sesshomaru, la muchacha continuó hablando lo primero que se le venía a la mente—: tenemos dos bolsas en nuestro cuerpo: una para alimentos y otra para líquidos.

Canción de PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora