Capítulo 9: El plan

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Sesshomaru se encontraba vistiendo. Estaba preparándose para salir de viaje. Había pasado las últimas tres semanas entrenando a sus soldados para mandarlos de expedición durante un mes. Planeaba dedicar ese tiempo a la búsqueda de la flor. Pero sobre esto nadie sabía nada. La gente del castillo creía que él iría en pos de sus tropas.

Había sido algo complicado diseñar una nueva estrategia de batalla, pues había perdido a su mejor general durante el tiempo que había pasado en la aldea, por lo que él mismo había tenido que instruir a su ejército en su nuevo plan. Los hizo memorizar itinerarios y mapas de invasión, así el plan estaría solo en las cabezas de sus soldados. Ellos llevarían mapas y diarios falsos para que en caso de saqueo —como había sucedido cuando él había estado fuera—, los enemigos cayeran en una trampa.

Esa mañana, por fin había despedido a sus dos tropas: la primera se encargaría de invadir directamente los territorios de Toshiokumo, mientras que la segunda iría de apoyo. Tenían la instrucción de no regresar hasta dentro de un mes, luego de haber conquistado numerosas tierras.

Sesshomaru volvería entonces a su palacio, después de recolectar suficiente información sobre la flor de primavera.

—¡Amo Bonito! —Jaken entró a su habitación dando uno de sus traspiés-reverencias—. Todo listo para partir.

Pero primero iría a visitar a Rin. Al fin y al cabo, le había prometido regresar lo más pronto posible.

...

—¿Cuánto tiempo queda para que se termine esta miseria? —preguntó Kohaku sacando un montón de ropa de una cesta—. ¡No puede ser! ¿A la gente no le da vergüenza darnos su ropa interior?

Rin volteó a verlo. Kohaku estaba de cuclillas muy próximo a un charco en el césped, se tapaba la nariz con una mano y con la otra sostenía lo más lejos que le era posible una prenda blanca manchada de marrón.

Rin se la quitó. Y sin reparar en ella, la introdujo al río.

—Es solo tierra, Kohaku —lo tranquilizó. Al principio había sido divertido cumplir ese castigo, pues tenían poca ropa que lavar y aprovechaban el tiempo para platicar lo que no habían hablado durante el festival. Sin embargo, a la mitad de la segunda semana, la gente del pueblo por fin se enteró —y creyó— que la propuesta había sido un completo malentendido y que la razón por la que ambos lavaban la ropa del pueblo no era parte de algún tipo de ritual prenupcial, sino un castigo por causar confusión. Así que, a modo de despecho, la gente les cargó con la mayor cantidad de ropa que pudieron. Sus temas de conversación se habían acabado hacía tres días y ahora Kohaku había hecho costumbre quejarse lo más que podía.

—Mis manos ya solían ser ásperas por cargar mi hoz —volvía a quejarse él mientras veía sus manos—, pero ahora también están siempre húmedas por lavar. ¡Lavar Rin! ¡Ni siquiera es por algo más varonil! ¿Y si le decimos a la anciana Kaede que mejor nos ponga a labrar la tierra?

—Vamos, Kohaku, solo falta una semana. —Rin lo animó. Ella prefería lavar a labrar. El agricultor Ryo era muy estricto con sus plantas, por no mencionar que despreciaba a Rin, porque cuando era pequeña solía robar frutas de sus huertos. También era uno de los tantos pueblerinos que estaban tan frustrados con la falsa proposición que les había cargado con una cesta entera; además, se requería de más esfuerzo para trabajar la tierra—. Sólo nos falta este montón para hoy, ¡así que ánimo!

Aunque aquellas palabras eran para alentarse a sí misma, ya que con el paso de los días, se le hacía que se cansaba cada vez más rápido. Comenzaban a dolerle las manos y el cuerpo entero luego de apenas unos minutos de trabajo. Esto podría deberse al hecho de que lavaban sin cesar por las mañanas y por las tardes Rin entrenaba. Sabía que estaba exigiendo de más a su cuerpo pero el pasar el día entero separada de su daga de diamante le era un infierno. Ahora se sentía tan débil que podía quedarse dormida en cualquier momento. Deseaba terminar cuanto antes para poder descansar. El clima de hoy era mucho más cálido de lo normal. Se preguntó si eso favorecía su estado de cansancio.

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