☽Capitulo 11

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-Perdóname. Es que soy un poco distraído.- Musitó, ligeramente ruborizado.

-No, no; el distraído soy yo.- Dije y luego me reí.

-Soy Felix.- Me estrechó la mano.

-Jisung.- Me presenté.

-Vienes de Corea.- Adivinó.

-Sí, de allí vengo.

-Yo soy australiano; pero viví gran parte de mi vida en Corea. -Explicó.

Ahora había entendido porque me había hablado desde un principio en coreano y no en italiano; pero luego dirigí la mirada hacía la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo lo chocara.

-¿Vives aquí? -Balbuceé, al captar el trío de números que formaban el trecientos cuarenta.

-Sí, con mi tía.

La vieja gruñona con la que Yeeun me había dejado la llave de su apartamento era tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.  

-¿Eres sobrino de la señora Hyuna?- Pregunté.

-Sí, ¿La conoces?

-Sí, bueno... -Su expresión pasó a ser una mueca de confusión. -Mi amiga me dejó la llave de su departamento aquí y solo pasé a recogerla, de allí conozco a tu tía. -Expliqué.

-¡Oh! ¿Eres tú el lindo chico que se mudó con Yeeun? -Preguntó como si hubiese completado un rompecabezas en su memoria.

-Sí.... y gracias por lo de lindo.

-Oh, bueno, eres lindo.- Musitó y se encogió de hombros.- ¿Vas a algún lado?

-Sí, a un laboratorio de fotografía. ¿Sabes donde queda la calle Squero de San Trovaso? -Pregunté, mirando el papelito arrugado en mi mano y tartamudeando al leer el nombre de la calle.

-Sí, es cerca de uno de los canales hacia el norte.

-¿Está muy lejos?

-No, puedes ir caminando; son como cinco cuadras de aquí.

-Oh, gracias.

-Puedo llevarte si quieres, tengo un auto. -Ofreció.

-No, gracias, hoy caminaré, tengo tiempo de sobra. -Musité.

-Oh, está bien, ¿Puedo invitarte luego un café? Para conocernos, digo, vamos a ser vecinos. -Se encogió de hombros un tanto avergonzado y ligeramente ruborizado.

-Claro, me encantaría.

-Hasta luego, entonces.

-Hasta luego. -Dije, -Oh, y grazie mille.- Murmuré lo que había aprendido de Minho el día de ayer, cuando agradeció al mozo.

Felix me sonrió.

-Di niente, bello ragazzo. -Pronunció.  

Me ruboricé un poco y le dije adiós con la mano; baje las escaleras y me encaminé por las calles de Venecia esperando encontrar lo que buscaba.

Luego de unos minutos y de contabilizar mentalmente las cinco cuadras que Felix me había dicho llegué al lugar. Sonreí satisfecho al haber acertado en mi búsqueda.

Me adentré el lugar, estaba solitario y un poco oscurecido, solamente se encontraba iluminado por las luces del exterior que traspasaban por el ventanal.

-¿Hola?- Musité, esperando que alguien entre la oscuridad me respondiera.

-¡Estúpida máquina!- Gruñó alguien detrás de los almacenes. Era la voz de un hombre.

Manual de lo prohibido⭑⭑⭑ Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora