☽Capitulo 30 (2/2)

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[...]

¿Tú? -Le miré. -¿Tú qué haces aquí? -Hice ademán de levantarme de la silla con un solo movimiento sobrio, pero fracasé de inmediato y tuve que sostenerme de la barra.

Minho me sujetó de la espalda, temeroso de que me cayera.

-Usted señor, no tiene por qué tocarme. -Retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño en un gesto mal hecho.

-Será mejor que nos vayamos, Jisung. Changbin. -Sacó su billetera y luego de ella, un par de billetes que aventó sobre la barra. -Quédate con el cambio. Gracias por llamarme.

-¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso? -Lo miré, aun ceñudo y con voz torpe.

-Vámonos.

-Pues yo no me quiero ir. -Rezongué y luego me crucé de brazos.

-No seas ridículo, Jisung. Vámonos. -Me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo. -Si es necesario sacarte de aquí en mis brazos, lo haré. -Me advirtió y me miró serio.

Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos.

-De acuerdo. -Farfullé. -Tú ganas. Siempre ganas. -Hice un mohín y luego me di la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me marera.

Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas de desataron en mi estómago. Maravilloso, incluso ebrio y torpe, Minho provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente.

Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y , el aire me movió los cabellos, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñudo.

-¿Qué pretendes, Lee? -Mi voz me pareció incluso más torpe.

-Sacarte de aquí sano y salvo, vayámonos. -Me apuntó el auto negro del que era dueño, animándome a que subiera.

-No. -Me crucé de brazos. -Ya me sacaste de allá dentro, ya déjame aquí. -Le hice un gesto con la mano para que se fuera.

-Jisung, por favor, sube. -Me rogó, serio.

Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun como el suelo bailaba bajo mis pies.

-¡Jisung! -Exclamó, ordenando que parara, pero lo ignoré. -No seas terco.

Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron.

-¿Qué haces? ¡Suéltame! -Intenté luchar. -¡Lee, déjame! -Pero todos mis intentos fueron solo fracasos. Minho caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume varonil que me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura estaba fuertemente ceñida por su mano. Me tenía aprisionado. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar.

-No soy un bebé. -Mascullé. Entonces me miró, su bellos rostro estaba a solo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estomago enloqueció.

-No seas tan terco, Sung, por favor. -Musitó y su aliento cálido se metió en mi nariz, mandando al demonio todas las barreras que quise construir contra él.

Manual de lo prohibido⭑⭑⭑ Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora