Costumbres

35 7 0
                                    

Aquella ciudad de principios del siglo XX tenía costumbres un tanto extrañas. Una de las más recurrentes era aquella en la que a fin de año, las mujeres debían arrodillarse y pedirle perdón a su marido por cualquier comportamiento inapropiado que la hubiese alejado de ser la esposa ideal.
A ella no le gustaba esa idea, aunque año tras años la cumplía sin demasiadas quejas. O al menos así fue hasta que aquel 29 de diciembre de 1907, se arrodilló ante su esposo y cuando este se inclinó para ponerle la mano en su cabeza de manera benevolente, sacó un cuchillo y le rebanó el cuello, tiñendo de sangre aquellas paredes blancas inmaculadas.
Desde ese momento, al menos en su familia, nadie se tuvo que volver a arrodillar.

Pequeños Relatos Para Leer en la Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora