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— No, no, no por favor Draco -zarandeó suavemente al chico- despierta por favor.

Esto no podía estar pasando, después de tanto tiempo no era así como debía continuar su historia.

Cientos, miles, millones de recuerdos invadieron la mente de Hermione. Recuerdos alegres, recuerdos tristes, recuerdos dolorosos, amados...prohibidos...

Recuerdo que al llegar, ni me miraste...

1 de septiembre, 1991

Por fin comenzaba su primer año en Hogwarts. Hermione estaba emocionada, pero también nerviosa ¿Y si se le daba mal la magia? ¿Y si no era capaz de hacer algo tan sencillo como conjurar un hechizo o montar en escoba?

Se había leído durante el verano todos y cada uno de los libros que les mandaron para su primer año, pero aun así pensaba que no era suficiente. Sus padres no eran magos, y nunca en la vida había presenciado un poco de magia hasta hace apenas unas semanas.

Con la preocupación aflorándole en el pecho, se despidió de sus padres y atravesó el muro de la estación que separaba el mundo muggle del mundo mágico. Ante sus ojos tenía la gran locomotora, lista para partir hacia el colegio, además de cientos de magos y brujas con varitas en mano, lechuzas y escobas y todo tipo de magia alrededor. Hermione no sabía hacia donde mirar, ya que allí o allá encontraba cosas que le maravillaban. Definitivamente se respiraba un aire distinto, cargado de magia.

En una parte del andén, un poco alejados de todo el gentío, vio a una familia con su hijo. Se notaba que eran magos, pues sus largas túnicas y su manera de sujetar la varita le decían a Hermione que se enorgullecían de serlo. El niño hacía pequeños conjuros de los que parecía salir chispas, como si fueran bengalas, y cada vez cambiaban de color.

Maravillada por aquel hechizo, se acercó un poco para poder escuchar, y consiguió captar la palabra Vericulum.

Rápidamente cogió la varita y se concentró en lo que iba a hacer, debía intentarlo.

Pero de pronto alguien le tocó en el hombro, Hermione se dio la vuelta y se encontró a un niño de mofletes redondos que probablemente tendría la misma edad que ella:

— Hola, soy Neville, ¿has visto a mi sapo?

— Hola -dijo Hermione, feliz de poder hacer un amigo- soy Hermione. No lo he visto, pero si quieres puedo ayudarte a buscarlo.

— ¡Genial! Muchas gracias -de pronto miró su mano- oh, ¿ya sabes hacer magia?

— De hecho no, soy hija de muggles y nunca he practicado, solo quería probar...-dijo echando una mirada a la familia de aquel niño rubio.

Ahora tan solo estaban charlando y por la manera en la que lo hacían, estaban despidiéndose de su hijo.

— Mi...mi familia está repleta de magos pero yo no sé hacer aun ningún hechizo... -contó Neville- ¡vamos, inténtalo!

— De acuerdo -dijo Hermione sonriendo.

Volvió a coger la varita con firmeza y se concentró en las palabras de aquel chico, recordó la manera en la que movía su mano y sin pensarlo ni un segundo más, exclamó:

— ¡Vericulum!

Contra todo pronóstico, de la varita de Hermione comenzaron a salir chispas rojas, cientos de ellas. Eran pequeñas y desaparecían a solo unos pocos centímetros más allá de su cabeza, pero el espectáculo era genial. Era la primera vez que conseguía algo así, y no podía sentirse más feliz.

Algunos niños, también más o menos de su edad giraron sus cabezas al oír el conjuro y se quedaron contemplando como las chispas salían de la varita de aquella chica.

Con Las Ganas - DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora