IX

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No sé qué acabó sucediendo, solo sentí dentro dardos...

30 de junio, 1997
20:25 pm.

— ¿Es que no lo entiende? Tengo que matarle -dijo Draco con la voz estrangulada- o él me matará a mi...a mi madre, o...

La mano de Draco que sujetaba la varita con firmeza tembló al pensar en Hermione. Voldemort no era compasivo, sabía que, si no mataba a Dumbledore, mataría a su madre, y le torturaría a él hasta conseguir que escupiera sus más oscuros secretos...entre ellos, ella. Y sabía con certeza que la mataría, tal vez incluso delante de él.

— Draco, yo puedo ayudarte. Podemos esconderte...a ti y a tu madre, si es lo que te preocupa. Podemos hacer que ella esté a salvo -le dijo Dumbledore en un tono tranquilo- y a ella también.

¿Que? ¿Cómo sabía que...?

Da igual, ¿de verdad él podía ayudarles? Su madre estaba en Malfoy Manor custodiada por mortífagos, y sabía que Dumbledore y los suyos no iban a jugarse el culo entrando en la guarida del malo. Era demasiado arriesgado para salvar a la esposa de un mortífago.

— Draco, tú no eres ningún asesino. Ambos sabemos que esto no es lo que quieres. Dobby el elfo trabaja ahora con nosotros, sería capaz de aparecerse en Malfoy Manor y salvar a tu madre sin ser vistos...solo tienes que confiar en nosotros -volvió a hablar el viejo director con su típica voz calmada.

¿Como sabía en lo que estaba pensando?

Alomejor el viejo tenía razón, tal vez aquello podría funcionar...tal vez después de todo, había una manera de huir de Voldemort. Su padre le importaba entre poco y nada, ya se vería con las consecuencias de sus putas acciones, y no quedaba nada en aquella mansión que fuera a echar de menos.

No confiaba demasiado en Potter y la estúpida Orden, pero estar con ellos significaría estar junto a Hermione, y protegerla de cualquier ataque que pudiera surgir.

Al viejo director le pareció percibir que el joven Malfoy bajaba la varita, cuando unos pasos frenéticos se oyeron por las escaleras, y preso del miedo, Draco adoptó de nuevo la posición de antes, completamente erguido y firmemente apuntando a Dumbledore.

Enseguida llegaron Bellatrix, Fenrir Greyback, y los hermanos Alecto y Amycus Carrow.

— Bien hecho Draco, has desarmado al todopoderoso Dumbledore -dijo Bellatrix con un rastro de burla en su voz al contemplar la varita del anciano en el suelo.

— Buenas noches, Bellatrix -saludó Dumbledore- me alegro de verte.

— Desgraciadamente no puedo decir lo mismo, Dumby -le respondió la mortífaga- tan solo hemos venido a llevarnos a Draco, pero por lo visto aún tiene cosas que hacer -dijo mirando de nuevo al chico- ¡vamos Draco, hazlo!

Draco, que seguía sin dirigir la mirada a los recién llegados, notó como una gota de sudor recorría su rostro. Apretó fuertemente la varita y volvió a temblar de nuevo. Sus ojos se enrojecieron, Dumbledore pudo ver el miedo que sentía aquel chico.

— Es un cobarde, igual que su padre -habló Amycus Carrow- déjame que lo haga yo -añadió mientras apuntaba con la varita a Dumbledore.

— No -habló una voz impersonal detrás de ellos.

Draco giró su cabeza y entonces, vio subir las escaleras a Severus Snape.

Avanzó con la cabeza gacha, como si estuviera planeando su próximo movimiento, y justo cuando se posicionó a la altura de Draco, levantó la mirada. Posando sus ojos en Dumbledore.

Con Las Ganas - DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora