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Nuestra incómoda postura, se dilató en el espacio...

4 de julio, 1997

Pocos días después, el funeral de Dumbledore tuvo lugar.

Cientos de sillas se habían establecido a orillas del Lago Negro. Un pasillo corría por el centro de estas, donde cientos de alumnos, profesores, trabajadores de la escuela, criaturas mágicas y representantes del Ministerio se reunieron para despedir al anciano director por última vez.

Una altar de mármol se encontraba en la parte delantera, donde algunas personas se acercarían a decir unas palabras, además del féretro blanco dejando ver a un Albus Dumbledore que parecía que dormía plácidamente, con la varita entre sus manos. Poco a poco el lugar comenzaba a llenarse, sumido en el más desconsolado de los silencios.

Escondidos entre todo el bullicio, Harry, Hermione, Ron, Ginny, Neville y el resto del ED, esperaban silenciosamente a que comenzara la ceremonia. Ninguno era capaz de soltar palabra alguna.

Ginny, Ron y Neville, los más próximos a la orilla, echaban una mirada a la inmensidad de aquel lago, tratando de asimilar aun lo ocurrido y preguntándose qué sería de ellos ahora. Harry tenías las manos entrelazadas y miraba un punto fijo, como si estuviera en otro mundo. Sus ojeras y los ojos enrojecidos podían verse a kilómetros.

Hermione sentía que a cada segundo que pasaba, se sumía en un pozo oscuro del que jamás podría escapar. Dumbledore había muerto, y la comunidad mágica había presenciado el inicio de aquella guerra que hasta hace unos días, en la tranquilidad de la escuela, aún veía un poco lejana.

Draco se había ido.

No le había importado gritar su nombre delante de Harry, desvelando así su más preciado secreto, pues temía que aquellas pesadillas que solía tener de en vez en cuando se convirtieran en realidad, y para desgracia de ambos así fue.

Tan solo habían transcurrido cuatro días sin verle, y el vacío que sentía en su interior, sumado a la muerte del director, comenzaba a quitarle el descanso por las noches. Las horas de sueño fueron reemplazadas por las lágrimas, y las ganas de empezar un nuevo día, por sollozos contenidos.

El funeral transcurrió de manera solemne. Algunas personas salieron al altar para dedicar unas palabras. El director del Wizengamot, Tom del Caldero Chorreante, Madame Maxime y la profesora McGonagall, convertida ahora en la nueva directora.

Todos recordaron a Dumbledore como uno de los magos más brillantes de la historia, pero también una persona que luchó por el bien de la comunidad mágica hasta el fin de sus días, una mente sumamente sabia y fuerte, y una persona que dejó una profunda huella en el corazón de todos los presentes.

Cuando el funeral finalizó, todos los alumnos se dirigieron de nuevo al castillo. Unos para hacer las maletas y volver a sus hogares, y otros para emprender la más dura de las misiones, en el caso del trío de oro.

Hermione se despidió de sus amigos para acabar de empaquetar todas las cosas, y se dirigió a la habitación que compartía con Lavender y Parvati.

Lo que se encontró nada más abrir la puerta hizo que se quedara paralizada por unos segundos.

Un ave de plumas negras se encontraba sobre el colchón de su cama, sujetando fuertemente lo que parecía un trozo de pergamino.

Su sentido de alarma se activó, ¿sería de Draco?

Revisando que nadie subía a la habitación, cerró la puerta y se dirigió hacia el animal. Cogió delicazmente lo que aquella ave llevaba en su pico, y en cuanto lo tuvo entre sus manos, el animal partió hacia la ventana abierta de la estancia.

Con Las Ganas - DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora