Capítulo 5.

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Advertencia: Sexo explícito. Palabras mal sonantes.

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Las cosas en la audición habían ido bien. La maestra estaba asegurándole casi su puesto en aquella obra teatral, la cual también era de baile artístico. Hace mucho no hacía baile artístico, casi siempre tenía que ser ballet, y eso lo agradecía, pues, mientras ganaba peso, no podría hacer ballet, debido a que necesitaba piernas fuertes para aguantar cada salto.

Al salir, vio el reconocible auto de Cooper estacionado, mientras este esperaba en el interior. Suspiró, tomando aire profundamente para aquella gran despedida.

Al acercarse, subió en el asiento del copiloto, dándole una sonrisa al mayor. Este no perdió más tiempo, y arrancó el auto hacía la zona rosa de la ciudad. Hablaron amenamente, más de lo que hubiese esperado. Creyó que Cooper era de aquellos locos que iban a hacer un drama. Le alegraba que no fuera así, podrían tener una relación amistosa, ¡tal vez volver al sexo! Claro, después de que este dejara de casi comerlo vivo.

Llegaron a una torre, un conjunto residencial de, por lo menos, diez pisos. El auto entró con confianza al parqueadero, y ambos bajaron.

"¿Estamos en tu casa?" Cooper no respondió, pero dio por hecho que era así. Vaya sorpresa.

Subieron al elevador, y el mayor indicó el último piso. Jace se sostuvo con miedo de las barandas de este, mientras subía poco a poco, con una velocidad terrorífica.

"¿Le tienes miedo a los ascensores?" No parecía burlarse.

"Nací en un pueblo, para mí, las escaleras eléctricas son de Satanás" Lo escuchó reír, antes de que el maldito aparato se detuviera. Las puertas se abrieron, y él salió casi corriendo de allí, como si el elevador fuese a caerse a penas se abrieran las puertas.

"¿Hace cuánto vives en la ciudad?" Era la primera vez que hablaban de algo personal. Lo único que Jace sabía de Cooper era que tenía una hermana, y eso porque lo escuchó hablar con ella; además, claro, de que era un arquitecto de una famosa constructora de su familia. Jace, en cambio, lo único que había alcanzado a hablar eran sus gustos más básicos, así como la universidad a la que iba.

"Tres años" Caminaron por el pasillo. "No es como si fuese un desconocedor de esas cosas. Simplemente no eran comunes en el pueblo. Casi todos los lugares eran de una o dos plantas, y tenían escaleras. Además, vivía en una finca" Fue extraño, pero Cooper no se sintió incomodo con la conversación. En realidad, le estaba prestando atención.

"¿Vivías con...?"

"Mis padres. Mis abuelos cuidaban la granja. También una hermana menor y muchos animales" Continuaron hasta llegar a una de las puertas. Cooper sacó su llave, y abrió la puerta, bastante minimalista y sofisticada.

Al entrar, un aroma aromático lo recibió, y los muebles, de colores negros y blancos, variaban en la sala. Era, ni mucho menos, elegante y pomposo. Muy diferente a su apartamento donde todos tenían un montón de decoraciones; y, en definitivo, para nada su casa en la granja, llena de muebles de abuelitos y olor a pasas.

"Lindo lugar" Entró, y Cooper lo siguió. Ambos caminaron a la sala, con muebles, un tapete, un televisor, y unos enormes ventanales que daban vista a la hermosa ciudad, con un atardecer casi mágico. Se sentía un poco desalineado ahí. Él era bastante simple en su forma de vestir, desde jeans rotos o con bordados que le enseñó a hacer su abuela; hasta blusas de bandas viejas. No es que no tuviese ropa bonita, simplemente prefería ir cómodo, más cuando se movía de un lado a otro.

"Vamos al cuarto" Salió de su ensoñación, dándose cuenta de dónde estaba y con quién. No dijo nada, y ambos caminaron por el pasillo largo y enorme, pasando por varias puertas, hasta llegar a un cuarto de gran tamaño. Era de color blanco, con un televisor de última generación, una cama de cubre lecho negro con flores, y un montón de almohadas. Se veía demasiado cómoda, a comparación del colchón que trepó encima de una base de cama sin patas, y el cual hacía de cama.

Adicto. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora