Capítulo 9.

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"Te daré está semana para que te recuperes de la anemia. Estaré de viaje" Eso había dicho Cooper por un mensaje de voz unas horas después de salir de aquel edificio. No quería sentir que lo hacía por él, ese hombre no tenía corazón, pero... Le gustó.

Pudo relajarse esa semana, pues cancelaron la mayoría de sus clases presenciales; Juls y Riele estaban de viaje, así que el apartamento era para él solo. Se relajó, cocinando algunos platillos que sirvieran para su anemia, la cual, a su parecer, mejoraba. Los ensayos de la obra seguían cancelados, y por lo único que salía era su trabajo en la cafetería. ¿Por qué seguía trabajando allí? Bueno, quería mantenerse activo de alguna forma, aunque este estuviera más solo que frío.

"No, mamá. Estoy bien" Repitió a su madre, una linda señora rubia de ojos claros, quien seguía insistiendo en sacarle información. No les dijo que tuvo inicios de anemia, no quería preocuparlos.

"Cariño, sabes que cuentas con nosotros para cualquier cosa. Somos tus padres. Si tienes problemas económicos, colaboraremos en lo que podamos" Su voz era suave, igual que la misma mujer. El cabello cortó y ondulado hasta el hombro de ella, caía organizado con una hebilla de mariposa. Su familia tenía esa rara cualidad de no envejecer, así que su madre fácilmente podría pasar como una treintañera, teniendo casi cincuenta años.

Aquellas palabras le revolvieron algo en su interior. ¿Qué pensarían sus padres si vieran ese contrato que firmo? ¿Y si supieran que sería un mantenido de un hombre rico? Prácticamente una prostituta más cara. Sus padres sabían que era gay, jamás lo trato de ocultar; pero una cosa era ser gay abiertamente, y otra era tener una relación tan caprichosa.

"Mamá, te hablo después, ¿sí?" Sin esperar respuesta, colgó, cerrando su laptop y tirándola a un lado en su cama de dos piezas, que solo era un colchón con mil cobijas. Se recostó en ella, mirando en el techo aquella manta de croché que su abuela de había hecho antes de ir a la ciudad, puesto que ella sabía que, a diferencia del campo, la ciudad era fría.

Contaba con una buena familia, amorosa y unida. Pero... Desde pequeño pensó que estaba hecho para cosas más grandes. Salir del pueblo donde todos se conocían con todos y no podías hacer algo sin que todos se enterasen. Donde su sexualidad era publica, y no podía ejercerla libremente; donde... Sentía que no pertenecía. Era un pueblerino con grandes sueños, vaya cliché.

Giró en la cama, mirando a la pared donde se encontraban pegadas un montón de fotos con su familia. Desde fotos de sus tíos abuelos inaugurando con su padre el colegio del pueblo, hasta el nacimiento de su hermana Piper en brazos de su madre, y con él apretándole la nariz.

Se negaba a admitir que extrañaba a su familia. Se negaba a admitir que se sentía tan solo en ese apartamento, aunque, en un principio, creyó que sería relajante.

.:.

La semana pasó, y el mismo día que Cooper le había dicho que volvería, lo hizo. Le escribió un corto mensaje, informándole que se verían en la ciudadela, donde se encontraron esa vez, frente al Hard Rock Coffe.

Tuvo que ponerse varias prendas, desde camisas, camisetas y delgados sacos, además de una chaqueta peluda; por su parte, iba con dobles medias, y unas botas pantaneros militares, mientras que sus piernas estaban cubiertas por un pantalón ceñido al cuerpo, y otro más ancho. ¡Además! Bufanda y gorro, y orejeras. Parecía una bola, para nada sexy. Pero odiaba el frío, tal vez porque su pueblo siempre era húmedo en cuanto a clima.

"Pareces un guardarropa con patas" Habló Cooper al llegar a su lado, riendo un poco al ver al chico. Norman tenía la punta de la nariz roja, al igual que las mejillas, y las pestañas, largas y castañas, estaban cubiertas por una fina capa de humedad. Él estaba acostumbrado al frío, pues vivió en Canadá un largo tiempo. Jace solo podía sentirse inferior ante el hombre que iba con un traje sin corbata, y un gabán elegante de color azul oscuro.

Adicto. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora