La vida era muy corta para andar desperdiciándola, ¿no? ¿Entonces por qué sentía que eso era exactamente lo que estaba haciendo? Tal vez era, como no, un insaciable a muchos niveles, pero no lo podían culpar después de probar una droga no desear volverse adicto a ella. Más si esta no era del todo negativa para su vida.
A veces creía que estaba siendo apurado, pero después recordó que el primero en hablar de matrimonio fue Cooper Barnes. Eso le dejaba libertad de pensar que él no era el necesitado de un anillo en su dedo anular mientras brillaba al sol de una bella luna de miel.
Pero, vamos, habían pasado tres años y en ninguno se había vuelto a tocar el tema, y Jace se negaba a hacerlo, puesto que su orgullo de pasivo (si es que tenía) le exigía esperar que su hermoso novio le propusiera matrimonio. ¡Pero eran tres años! Tres malditos años, que fueron los mejores, a decir verdad, pero que se sentían como un matrimonio cuando no lo era. Quería que lo oficializaran. Claro, todo el mundo en la constructora sabía de su relación, más cuando Cooper lo paseaba por esta con pertenencia y sin importarle el resto.
Por otro lado, en el trabajo casi famoso de Jace, siendo bailarín profesional en una agencia, corría rápidamente el rumor (ni tan rumor) de que el joven talento estaba saliendo con un hombre mayor, guapo, rico como Bill Gates y dueño de una gran franquicia.
No era un secreto para nadie su relación. Excepto, claro, para el padre de Cooper, el cual Jace solo vio una vez, y después de ello, el tema murió.
Así que se eligió, de una vez por todas, ser el portavoz del matrimonio, porque estaba harto de mirar su dedo esperando una argolla de compromiso por lo menos. Deseaba con tal intensidad unirse en matrimonio con Cooper, que no le importó humillarse ante Katrina para conseguir la dirección de la casa del Barnes mayor e ir a pedirle la mano de su hijo.
Se sentía como un jovenzuelo convenciendo a su suegro de entregarle a su hija de dieciocho. Cuando Jace tenía ya veinticuatro y Cooper estaba por cumplir los cuarenta.
Y ahí estaba, en la sala de espera donde lo llevó un empleado de la casa principal, esperando no ser inoportuno con el padre de Cooper. Katrina le dijo que iba a decirle a su padre, pero, aun conociéndola bastante, sabía que era algo arpía esa mujer.
"Jace" Miró a su lado, por la puerta entraba el hombre de edad, bastante parecido a Cooper, pero llegando a los setenta, tal vez menos. O eso aparentaba. Era un hombre alto, de porte elegante pero jocoso. Sonrió, levantándose del mueble.
"Lamento no avisar" El hombre hizo un ademán.
"Encantado de recibirte. Mi hijo nunca quiere que me acerque a ti" Eso le hacía pensar que lo que estaba por realizar, tal vez, no era una acción cuerda en nada. Pero, a unos días de cumplir su tercer aniversario, sentía que necesitaba ese incentivo. Además, mandó a hacer un anillo.
Ambos se sentaron en los muebles, y el padre de Cooper mandó por un té a la cocina.
"Y, cuéntame, ¿Qué te trae por acá?" El rubio tragó saliva, sintiéndose repentinamente nervioso. Bajó la mirada, jugando con sus dedos, jugando con los frenillos que se había mandado a poner hacía un año, y frunciendo el ceño. ¿Qué podía decir? ¿Vengo a pedirle la mano de su hijo? Demonios, estaba loco. Cooper lo iba a matar si se enteraba, por suerte, este había salido a un viaje de negocios, y con la mala comunicación que parecía tener con el mayor, dudaba que este le dijera.
"Yo..." Sonrió, y volvió a cerrar los labios. "Yo..." Era mucha presión. Pero el hombre no lo estaba forzando, en realidad, parecía tranquilo ante su indecisión, y eso lo apaciguaba en cierto punto. "Quiero casarme con su hijo" Y levantó la mirada, encontrándose con los divertidos ojos del mayor. Frunció el ceño, incomodo. "¿No debí venir por ello?" El hombre sonrió aún más.
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Adicto. |Henray|
FanfictionA veces la vida te da patadas, y debes aprender a vivir con lo que hay. Henry Hart era un chico con talento innato en el baile, pero tenía que usarlo de forma provocativa para poder subsistir. Su carácter era bastante malo, pero lo compensaba con l...