Capítulo 22.

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El frío no era algo común en el pueblo, tal vez porque el calor era tan persistente que pocas veces llegaba a sentir esa sensación. En el pueblo nunca llegó a fumar por el placer de la nicotina, ya el calor era asfixiante en ocasiones como para ayudar a su cuerpo a caer en un golpe de calor. Aun así, se veía en la oscura noche, llena de estrellas, fumando un cigarrillo mientras se recostaba en una valla de madera que daba a un potrero con vacas y yeguas. El olor era tan natural y poco ficticio, que aquello le recordaba qué le gustaba del pueblo.

"Jace" Lo llamó, y quería hacer como si no hubiese escuchado nada, por quinceava vez en esa media hora, donde se había dedicado a ignorar al hombre. Lo tenía merecido, tal vez. Bien, después de recapacitar más en esa media hora que en un mes, se dio cuenta de que Cooper Barnes no tenía la culpa de que su estúpido corazón hubiese cedido, además de creer que alguien como él le correspondiera. Tenían un contrato, tenían juegos, le pagaba. Era obvio que la culpa no era de nadie, pero, aun así, dolía mucho.

"¿Por qué viniste?" Trató de no sonar tosco, apagando el cigarrillo con la planta de su zapato, y tirándolo al suelo, con el resto de coletillas y tapas de cerveza. Las personas iban y venían del interior del bar. Piper se quedó en el interior con Frank y Cam.

"Desapareciste"

"Eso no es una razón relevante" Frunció el entrecejo, negándose a ver los ojos azules de Cooper, aquellos que lo harían, definitivamente, ceder. Aun así, sentía la mirada del hombre calar en su hombro, y un escalofrío lo recorrió. Uno deseado. Odiaba sentirse tan malditamente bien ante los ojos de Barnes.

"Y no me dijiste" Lo sintió moverse un poco, tocando con su hombro el de Jace, desnudo. Iba con sus viejas ropas. Una camisa sin mangas, rota, un pantalón negro y desgastado, y el cabello desordenado, rebelde. Se veía tan bien, y de solo pensar que en ese lugar creció ese lindo muchacho, le gustaba demasiado. Ser parte de la vida de Jace.

"Sabes que soy muy directo" Y no deseaba darle más vueltas al asunto. Giró en sus talones, encarándolo. Cruzó sus brazos encima de su pecho, al sentirse extrañamente desnudo. "No deseo continuar siendo tu gigolo privado"

"¿Por qué?"

"¿Por qué?" Soltó una mueca. "Qué cínico eres, Cooper Barnes. ¿No es obvio?" Frunció el entrecejo. No, él no se iba a dejar intimidar. "Me gustas lo suficiente para saber que debo alejarme de ti"

"¿Y por qué te gusto abandonas tus sueños?"

"Eso no te incumbe. Te recuerdo que nuestra relación era un intercambio" Le dolía decirlo, le carcomía por dentro. Pero debía ser claro, ahora más que nunca, cuando Cooper había ido al pueblo por él... Sonaba demasiado romántico, y quería negarse a creer que lo era.

"Jace, debes volver"

"Estás loco"

"No lo hagas por mí" Aunque quería que fuera por él. "Hablé con tu maestra" Ahora Jace hizo una expresión de completa sorpresa. "Te dará tiempo para que vuelvas y te adelantes en las prácticas" ¿Por qué hacía eso por él? ¿Por qué se tomaba la molestia de hacerlo sentir amado? Sus ojos se humedecieron, porque su corazón estaba latiendo igual de agitado que cuando bailó para él. Solo para él.

Bajó el rostro, mordiendo su labio inferior. Odiaba a Cooper, lo odiaba porque este pareciera no darse cuenta que lo que hacía solo lo enamoraba más.

"¿P-por qué?" Vio los pies del mayor acercarse a él, y la mano del hombre lo tomó de la barbilla, alzándola un poco.

"Porque me importas, y tus sueños igual" Se derritió, inevitablemente. Sus piernas temblaron, su corazón se detuvo, sus lágrimas simplemente cedieron, y su mente dejó de coordinar. No, él lo había lastimado, pero no fue su culpa. Quería creer eso, quería creer que Cooper no le haría daño.

Adicto. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora