Capitulo 1 (Miradas)

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-He llegado al santuario, es bastante simple como pensé-

Esa siendo la explicación del próximo aspirante a obtener la armadura de Aries.

Gateguard, ostentaba aquel título.

Su llegada al santuario, confería una mueca de fastidio, en ese joven de cabellos cortos y rojizos, un par de ojos verdes apagados, tez clara y su físico no dejaba nada que desear.

Postura signa, mostrando un ego abrumador.

Miraba por debajo a los demás, aunque apenas disputara para el título. Pero sentía que lo tenía ganado, su control del cosmos es tan poderoso.

No tardo mucho para de forma accidental, conociera al patriarca Itiá, un caballero del siglo XIII, tenía bastante edad sin duda, pues en este momento ya estando en el siglo XVI.

Pero él estaba admirando por el simple hecho del poder que sentía emanar del patriarca.

Podía sentirlo, y por extraño que parezca, una atracción surgió por parte del ariano, una que no se refería solo al físico.

Itiá, un anciano de más de trecientos años, sonrió al joven, dándole una bienvenida tranquila y pasando de largo.

Desde ese primer encuentro, el mismo joven se sobre exigió demasiado, alcanzando el desarrollo de su cosmos de una forma magnifica y su cuerpo de igual se desarrolló, atlético pero no tan musculoso.

Ganando la armadura del carnero dorado, siendo parte de la orden de elite, podía tener el privilegio de estar en la misma habitan que el patriarca.

Su fascinación crecía al momento de pedir algún concejo, tratar de hablar con él, de aquello época de la guerra anterior.

Todo era asombros ante la verde mirada.

Sus misiones, siempre siendo extremas, le encantaban así, podría demostrar lo que realmente valía.

Cuando volvía, su sonrisa arrogante estaba presente.

Aunque si bien, no era tan cercano a sus compañeros de armas, por su actitud que podría llegar a fastidiarlos, pero existía un poco de empatía.

Además Gateguard, tenía una especie de don, para la manipulación de cualquier tipo.

Pero todo esto le tenía sin cuidado, solo quería ver los ojos oscuros del mandamás fijos en él, diciéndole que había cumplido bien la misión.

Y en este punto es cuando todo comienza.

Había regresado de la última tarea que debió realizar. Debía rendir su reporte ante ese hombre que admiraba tanto.

Sus ojos de fascinación solo demostraban la ansiedad y nervios que sentiría ante la presencia, del mayor.

Cruzo alunas miradas con Krest y Lugonis, los últimos dos caballeros dorados con los cuales se lograba llevar relativamente bien. Pero no significaba que fuera más cortes, solo una leve sonrisa socarrona.

Paso de largo y a ellos no les molestaba esa actitud, pues ya estaban acostumbrados.

Cada paso su emoción crecía más... Sintió como su corazón se aceleraba.

Pidió el permiso necesario para entrar ante el recinto del hombre a quien siempre le había depositado su lealtad más que a la misma Diosa.

Al encontrarse dentro, pudo notar un cosmos demasiado vivo, activo... Diferente al del patriarca en acción porque en esencia le pertenecía.

Alzo su mirada, pues en automático hizo aquella reverencia.

Lo que sus ojos divisaron, lo dejo boquiabierto, casi que podría perder el equilibrio.

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