Capitulo 2 (Sexo)

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Abrió su boca, para protestar ante eso, no porque fuera un altanero, si no que esa idea la causaba un estremecimiento, además presentarse así ante el patriarca podría considerarse una falta de respeto.

-Pa... Patria...- No a completo su oración.

-¿Me planeas desobedecer?- Esa voz grave de nuevo sonó, estremeciéndolo aún más al Ariano.

-No...- Bajo la mirada avergonzado, sus mejillas rojizas casi del mismo tono del cabello –Esta bien...-

Se despojó de su armadura, principalmente del peto, se maldijo a su mismo por no llevar algo debajo de ella, su cuerpo bien formado, algo musculoso no tanto, poseía una cintura algo estrecha y unas caderas decentes, no muy grandes, ni muy pequeñas.

Por estar haciendo aquella acción que catalogo como indecorosa enfrente de ese joven patriarca que estaba robándole suspiros y provocando con su corazón latiera como loco, no solo por mostrarse vulnerable ante él.

Itiá se estaba acomodando en su trono, ver como el primer guardián de aquella generación obedecía sin rechistar le parecía perfecto, se cuerpo lo estaba deseando.

Una parte de él, se culpaba por haber comenzado a desear a alguien que es por varios siglos más joven, pero ahora con esta técnica que logro encontrar, podría satisfacerse como quisiera.

-Así está bien- Aquella voz sonaba más sensual cada instante, dándole las indicaciones necesarias.

-Como ordene... Patriarca- Su voz se convirtió en un hilo suave, la mirada baja, avergonzado a mas no poder, su cuerpo estaba expuesto, pero no del todo.

Quedo sin el peto, y las partes de la armadura que cubrían sus piernas, en cambio las de brazos y su cintura aún permanecían.

Y si, llevaba puesto un pantalón, agradecía que era la prenda que nunca olvidaba.

No podía mirarlo a la cara, trataba de cubrirse un poco con su mano el pecho, y más al sentir su propia armadura fría contra sus pezones, estos comenzaron a reaccionar.

Sus nervios solo estaban aumentando.

¿Qué pretendía el patriarca?

-Ven Gateguard- Le hizo una seña con la mano, para que se atreviera a acercar al trono patriarcal, una zona prohibida para cualquiera que no fuera su ilustrísima o la misma Atena.

Abrió su boca un poco, no sería factible decir algo, agacho su cabeza y camino lo mejor posible ante aquel hombre que le imponía.

Le gustaba recibir sus órdenes, las sentía como una forma de hacerlo feliz. Estaba guardando la compostura lo mejor que podía, por dentro estaba hecho un manejo de nervioso, con esas mejillas pálidas, el rojo en ellas y sus ojos verdes sintiéndose avergonzado por su imagen.

Itiá solo se deleitaba con ese espectáculo, aquel niño que llego al santuario, tan altanero, soberbio y molesto con todos, verlo así de sumiso y más que fuera solo con él, le excitaba tanto.

Que si no fuera por la túnica del pontífice se notaría su erección que le provocaba.

Estar a escasos centímetros, pensaba inclinarse para reverenciarlo, ya no sabía que acción tomar, se sentía tan grosero por permanecer así delante del patriarca que admiraba y comenzaba a querer más a cada minuto, pero fue la propia orden de este.

Relamió sus labios, estaba decidido hacer lo que deseara con el cuerpo del carnero dorado.

Lo tomo con firmeza de la cintura atrayéndolo más a él, con el propósito de hacerlo sentarse sobre su regazo, pero con sus piernas por cada lado.

ObedecemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora