Capítulo 3

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No he pegado ojo en toda la noche, estoy consternada, por más vueltas que le de al asunto, cada vez lo comprendo menos y sólo me siento más hundida en mi mente, como arenas movedizas, así están mis pensamientos, absorbiéndome.

Estoy hecha un desastre, no he despegado mi cuerpo de la cama en todo el día, sólo veo de vez en cuando por la ventana, intentando acallar la cabeza, no logro nada con esto, e inmediatamente cubro la cabeza para seguir aislada, sola, aunque sólo sea en mi mente. Debo pensar bien qué preguntas le haré a Raúl, esa reacción violenta, sin razón, tiene que esclarecerlo todo, no puede quedarse así
¿Qué secreto conoce de Dimitri para reaccionar así e impedir que se acerque a mí?, prohibir que hable con él. La incertidumbre me corroe y sólo tengo una pregunta 

<< ¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué? >>
Inesperadamente llega Zuce e interrumpe mis reflexiones.
– Irina, no puedes seguir así. No has probado bocado en todo el día, tus ojos de oso panda dejan claro que no has dormido nada de nada en toda la noche, llevas ahí tirada como si fuera el fin del mundo y tienes un aspecto fatal. Ya no soporto ver este espectáculo ¿No crees que estás exagerando? Una tonta pelea no es para tanto. Raúl debe tener una explicación, es lo más lógico, en vez de estar ahí tirada deberías ponerte presentable, darte una ducha, ponerte un poco de corrector en esas ojeras e ir a confrontarlo, fin del asunto y del tormento que te has impuesto sin razón. No lo conoces de nada. Es verdad que baila maravillosamente, joder, parece un dios hawaiano – enmarca una sonrisa pícara - y te miraba como idiotizado, pero aun así no es razón para comportarte como Romeo y Julieta cuando su familia se interpuso a su amor. – para en seco y piensa – Espera, espera, no puede ser – me mira, cambia la risa por asombro y calla, su cabeza está que suelta humo y puedo olerlo – ¿es primera vez que coincidían, no? ¡Ya lo conocías! ¡Por eso reaccionas así! ¿Verdad? – sigue con sus ojos clavados en los míos esperando que abra mi boca con una respuesta. Ni Sherlock Holmes hubiese sacado esta conclusión.

– No lo conozco, sólo me he cruzado con él en pocas ocasiones y accidentalmente, nada más. – trato de dar una respuesta sin tantos detalles.

– Vamos Irina, no soy tonta, ¿qué no me quieres contar? – insiste la detective privada, sería una buena profesión para ella.

– ¿Recuerdas el día del juego, cuando tropecé?

– Sí, claro que recuerdo, aún tienes las llagas.

– Pues él fue la muralla contra la que me estampé.

– ¿Y? Sé que hay más, no pares ahora.

– Volví a coincidir con él en la pista cuando salí a correr, jugaban fútbol y el balón se me atravesó, por un pelín lo pude evitar, quien vino a escoger el balón fue él, sólo he sentido repulsión hacia él desde que choqué ese día - hago una larga pausa organizando pensamientos y ¿sentimientos? – Mientras bailábamos en la rueda, no me percaté en qué momento se unió, hasta que coincidimos en uno de los cambios, quedé petrificada, lo maté con la vista, pero no tuvo resultado, al terminar la canción, la fatalidad ganó y terminamos de pareja en ese momento, no me dejó partir de ahí. Me pidió bailar esa canción, que le gustaba y no iba a molestarme más, sin darme cuenta accedí, fue entonces que nos presentamos – me reservo toda la parte en que lo escudriñé hasta saciar mi curiosidad – lo próximo que sé es que apareció mi hermano, y ya conoces el resto.

Zuce guardó más silencio del que esperaba, asimilaba toda la película que le había proyectado, no sabía por dónde empezar, a duras penas me miraba.

Después de exteriorizar lo que pensaba, sentí un alivio a medias, estaba calmada, por un lado, pero, por otra parte, seguía sin entender por qué tenía tanta angustia.

IrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora