Capítulo nueve

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La familia al completo llegó al lujoso restaurante y uno a uno, se sentaron en la mesa reservada por el cabeza de familia.

La noche estaba transcurriendo tranquila, a pesar de que estos habían  incomodado a Krist con algunas sobre su increíble novio nada más pedir la comida la cual era excelente y este se moría de hambre, aún así el informático deseaba que la velada terminase cuanto antes para poder irse a su piso.

Todas las mesas del local estaban llenas y al fondo se veía un reservado tras unas cortinas, del que salía mucho jaleo de voces y risas.

"Esos si que se saben divertir", pensó este resoplando melancólico.

Una vez terminado el segundo plato, le entraron ganas de ir al lavabo, así que pidió permiso y se levantó de la silla y caminó hacia los aseos, los cuales estaba​n en el fondo del local.

Cuando pasaba por el lado del reservado, donde estaba esa gente tan alegre, una de las camareras salió del interior y la cortina quedó algo doblada, lo que permitió a Krist ver algo del interior.

Este se quedó de piedra prefiriendo  no haber visto nada, ya que allí dentro estaba Singto semidesnudo, siendo besado y manoseado por un viejo ricachón pasado en copas.

Además había otros ancianos y más chicas y chicos como él, entonces le entraron náuseas y tapó su boca, el moreno que se estaba riendo feliz por el alcohol, en ese momento se giró y lo vio.

—Oh jo-joder...no mi-mierda, pe-pequeño— balbuceó asombrado.

Krist corrió asqueado y sollozando hacia baño y rápidamente se encerró en uno de los cubículos y a pesar de no saber porqué le afectaba tanto, este comenzó a llorar desconsoladamente.

Sabía perfectamente a lo que se dedicaba Singto y en realidad no eran nada pero él se había estado preocupado por estaba enfermo o le había pasado algo y por eso no le había contestado a sus llamadas.

Se sentía un verdadero tonto por ello pues bien se veía que el gigolo estaba perfectamente sano y trabajando, tan solo se había hecho el loco y no había querido atenderle.

—¿Por qué?—Se preguntó— no tiene sentido...Él trabajaba por dinero, ¿por qué no me contestó?, ¿Acaso mi dinero no es tan bueno cómo el de esos asquerosos ricachones?.

Finalmente se secó las lágrimas pero cuando se disponía a salir, sintió abrirse la puerta de los aseos con un fuerte portazo.

-¡Krit!, ¡pe-pequeño!, ¿E-Estás ahí?- gritó Singto apoyándose en la pared del baño.

Este estaba muy ebrio pero aún distinguía lo que hacía y donde estaba, así que tambaleante llegó al único cubículo, el cual estaba cerrado con pestillo y lo aporreó.

-Krist se que e-estás ahí.... Abre la pu-puerta para que po-podemos ha-hablar.

-¿De qué quieres hablar?—preguntó el informático molesto—...todas las veces que yo te llamé no quisiste hablarme.

El acompañante resopló confuso.

-A-Abreme por favor...de-deja que te explique.

-¡Vete!—gritó entonces — ...¡tus ricachones clientes te estarán esperando y yo ya no necesito de ti!.

-¡Mi-Mierda Krist!, ¡A-Abreme joder!.—Gritó nuevamente el moreno.

Entonces el pestillo de la puerta se oyó y poco a poco esta se abrió, dejando ver al informático sentado en la taza del váter, como si fuese un indio y su cara humedecida por las lágrimas.

-Oh pe-pequeño, lo si-siento—dijo este  al verlo así—... e-esto no está bien...N-No podemos ha-hacernos esto....Y-Yo no soy bu-bueno para ti.

1. Placer En Las Venas - Singtokrist -TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora