No Me Olvides

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La mañana era cálida, estar en los brazos desnudos de mi marido me hacía sentir plena, me entregué en cuerpo y alma de nuevo al hombre  de mi vida, pero ahora ya no tenía dudas, mi esposo me amaba y logró hacerme sentir que yo sería siempre la única mujer en su vida, lo conozco y sé que es el hombre más sincero del mundo, nuestras vidas estaban destinadas a encontrarse, ambos nacimos para estar juntos.

Me aferraba a su torso desnudo al mismo tiempo que él acariciaba mi cabello, mis manos comenzaron a navegar por su amplia espalda, acariciando con la gema de mis dedos, las caricias comenzaron a intensificarse, una de sus manos bajó hasta mi cintura, mis labios buscaron los suyos al mismo tiempo que su mano derecha apretó uno de mis glúteos, sus labios bajaron hasta mi cuello, el sonido que provocaban los labios de mi marido resonaban en mis oídos y logró que palpitará mi pelvis, mi mano llegó hasta donde su miembro erecto, la dureza de éste me hizo frotar con mis piernas mi parte íntima, todo iba demasiado bien, hasta que a lo lejos alcanzamos a escuchar unos pequeños pasos que se dirigían a la recámara.

—¡Buenos diaaaas!— Sarada entró corriendo a nuestra habitación haciéndonos salir de nuestro sensual encuentro en un brusco brinco tratando de evitar que viera aquella escena.

—¡MAMÁ, PAPÁ... DESPIERTEN!— La pequeña llegó hasta nuestra cama saltando sobre de ella.

—Buenos días pequeña— Dije al mismo tiempo en que me sentaba sobre mi cama.

—Sarada, ¿No crees que es muy temprano para que estés despierta?— Dijo mi esposo en un tono de frustración por lo que Sarada acababa de interrumpir mientras recargaba su cabeza sobre su mano con la ayuda de su codo sobre el colchón.

—No papá, es fin de semana y tengo que aprovechar cuando estás en casa— Sarada se sentó sobre sus rodillas sonriendo de una manera tan traviesa que derretiria a cualquiera.

—Tsk...—Mi esposo tomó una de las almohadas y las puso sobre su cabeza, inmediatamente mi pequeña se abalanzó a su espalda y comenzaron a hacerse cosquillas.

—¿A dónde te gustaría ir hoy?— Preguntó Sasuke mientras sentaba a la pequeña Sarada sobre la cama.

—Mmmm— Sarada colocó su dedo índice sobre su boca repasando la lista de ideas que tenía en la cabeza.

—¿Y bien?— Sasuke cerró los ojos, su desesperación comenzaba a aumentar, no le gustaba esperar en lo absoluto, le gustaban las respuestas rápidas y concisas.

—¡Quiero ir al planetario!— Mi niña se abalanzó de nuevo a su padre haciéndole cosquillas y recibiendo por parte de él.

—Muy bien, fue suficiente, ve a darte una ducha Sarada, en un minuto estará listo el desayuno— Mi voz autoritaria hizo que la pequeña saliera de inmediato a su habitación al mismo tiempo que salía de mi cama para dirigirme a la cocina.

El día iba perfecto, por la mañana preparé de almuerzo panqueques, después de darme un baño salimos al planetario, mi pequeña Sarada veía con emoción el lugar lleno de estrellas y constelaciones, aprovechando la salida, llevó con ella su libreta de apuntes para tomar nota de todo lo que veía, la astronomía comenzó a llamarle la atención desde que le mostré la Osa Mayor, una agrupación de estrellas en forma de papalote tan perfectamente bien hecha despertó el interés de mi niña sobre el espacio y sus maravillas, hacia mucho que no veía tan contenta a Sarada, notar que su papá no pudo estar en su fiesta de cumpleaños a tiempo le hizo pensar que debería de aprovechar los momentos en los que Sasuke estuviera en casa, pero siempre estudiando y aprendiendo.

De regreso a casa, Sasuke recibió una llamada de Naruto mientras conducía, no quería preocuparme pero el semblante de mi esposo cambió repentinamente, después de cruzar unas palabras con él por el móvil, colgó el teléfono y prácticamente lo aventó al portavasos, su comportamiento me hacía pensar que algo iba mal, pero no quise preguntar, de antemano sabía que los asuntos de la seguridad del país no los tenía que mencionar ni siquiera conmigo, todo era confidencial, cualquier fuga de información podía provocar una catarsis en el país.

Amores que matan (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora