La Visita Inesperada

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La felicidad invadía mi cuerpo pero a la vez una cierta angustia por ver a mi hija parada frente a mí, hace cinco años había dejado a una pequeña niñita y ahora me encuentro a una señorita muy hermosa de lentes, Naruto me había tenido al tanto de mi familia por cuatro años, pero nunca me dijo lo hermosa que estaba.

—Sarada... No sé cómo decirt... — Hablaba con titubeos mi esposa mientras yo me quedaba petrificado.

—No es necesario que digas nada mamá, lo reconocí de inmediato— Decía mi hermosa hija con lágrimas recorriendo pasivamente sus mejillas.

—Sarada... Yo

—Papá, respóndeme algo ¿A caso en todo éste tiempo no te importamos mamá y yo?— Sentía su mirada llena de frialdad e impotencia al interrumpir mis palabras mientras que mi corazón se devastaba.

—Sarada, no te pongas así, ahora mismo te explicaremos todo— Sakura intercedió acercándose a mi hija con lentitud.

—¡Respóndeme!— Respondió a gritos y yo detuve el paso de Sakura tomando su mano con seriedad.

—Sarada ¿Qué te pasa?— Dije en un tono relajado para no acrecentar el enojo en mi hija.

—¿Qué... Qué? ¡Nunca estás en casa! ¡¿Porqué nunca estás con mi mamá?! ¡¿Tan poco te importo que nunca pudiste hacer siquiera una llamada?!

—Sarada...— Dijo mi esposa entre susurros con lágrimas a punto de brotar de sus ojos.

—Mi mamá nunca me dice nada y tú nunca estás, ninguno de los dos confía en mí, ¡Todo son puros problemas!— Su respiración sonó agitada y después su postura se puso rígida —¿Dónde pasas el tiempo y qué haces?

—No es de tu incumbencia— Dije con serenidad y pude sentir cómo algo dentro de ella se rompía.

—¡Muy bien!— Trató de ocultar sus ojos llenos de lágrimas y se dio la vuelta para salir corriendo de nuestra habitación.

Mis ojos contuvieron las lágrimas al mismo tiempo en que mi esposa me tomaba en sus brazos, sabía lo difícil que había sido para mí hablarle de esa manera a mi hija después de tantos años de ausencia pero sin poder detenerla, una lágrima corrió por mi mejilla y fue secada inmediatamente por la mano de Sakura, tomé su mano con la mía y la repegué más a mi rostro para buscar el consuelo que tanto necesitaba.

—Cariño, necesitas hablar con ella, pude ser una niña muy difícil cuándo se enoja pero es de sentimientos nobles, estoy segura que te escuchará— Dijo acariciando mi mejilla con sutileza y mostrando unos ojos llenos de comprensión.

—¿Cómo debo hacerlo? No sé cómo acercarme a ella.

—No lo sé muy bien, veamos... Sarada tiene el mismo temperamento que tú, supongo que espera lo mismo que tú esperabas de tu padre y tu hermano— Frunci el ceño ligeramente ante lo que había dicho y ella bajó su mano hasta la mía para apretarla con fuerza —De lo que estoy segura es que podrá entender todo lo que tengas que decirle.

Sakura tenía siempre las palabras correctas para resolver cualquier dilema que estuviera en mi cabeza, mi esposa era el equilibrio perfecto entre el amor y la cordura, no se dejaba guiar por completo sólo por una, siempre iba de la mano con esos dos sentimientos llevándonos con ella en el camino y aunque desde la distancia, Sakura nos enseñaba el significado de lo que era una familia.

Di un beso en el dorso de su mano y la solté cuidadosamente para dirigirme a la habitación de mi hija, abrí despacio la puerta y pude ver a mi hija recostada de lado en su cama abrazando una almohada mojada a causa de sus lágrimas.

Amores que matan (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora