Una boda, un final.

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Desde pequeña este ha sido mi sueño, debo confesarlo. Y es que, siendo niña, siempre soñé con caminar al altar vestida de blanco, emocionada hasta las lágrimas viendo a mi futuro esposo esperándome al frente.

Mientras camino a lo largo de la alfombra azul- sí, azul, era el color favorito de mi dama de honor, no había nada que hacer- veo a todos ponerse de pie. Si me hubieran dicho, en la secundaria, que esos mismos chicos quienes fueron mis compañeros, con quienes discutí tantas veces, con quienes pasé los mejores años de mi vida, y quienes creí no ver nunca más después de la graduación, estarían junto a mí en este, el mejor día de mi vida, pues no lo habría creído.

Sin embargo, aquí estamos todos, diez años después. Mayores, maduros, más altos, más viejos, más conocedores de la vida.

Antonia está cantando desde el escenario. Siempre creí que su voz era hermosa, aunque nunca pensaba decírselo, claro. Ella podía ser muy presumida a veces. De todas formas, cuando le pedí que cantara en la boda debió haberse dado cuenta de mi gran admiración hacia su voz.

—¿Hablas en serio? Ay, no puedo creerlo. Muchísimas gracias, te prometo que haré mi mejor esfuerzo— había contestado en ese entonces. Yo sólo le sonreí y le dí mis mejores ánimos—. Por cierto, yo sé que tú también cantas bien, darling. No me hagas sacar la grabación que tengo de cuando estuvimos en la banda en el colegio.

—No, no, Toni, no es necesario, de verdad. Yo no puedo cantar porque, bueno, yo caminaré al altar, ¿Recuerdas?— contesté.

—¡Oh! Tienes razón— dijo, yo rodé los ojos. A pesar de sus aires de chica fresa, había aprendido a quererla—. Ay, estoy tan feliz por tí.

Miro mis pies. Claro, Soledad tenía razón, este vestido es demasiado largo. No puedo ver dónde piso, me lleva el...

—¡Silverio!— grita Romi desde el fondo. Por las risas disimuladas supongo que acaba de llegar. Tarde, como le ha enseñado su mejor amigo. Espero al menos que los gemelos estén bien, apenas tienen cuatro meses, y Romi puede ser muy buena mamá y todo, pero criar dos hijos no es lo mismo que criar a uno.

—Todo bien, todo bien, continuen— dice en voz baja, Antonia, desde el escenario, lo mira en reproche. Este chico nunca cambió y nunca cambiará.

Sigo caminando y de pronto lo veo. A él. Al amor de mi vida, esperándome en el altar. Porque supe desde el primer día que ese chico sería mi destino. Porque todo lo que tengo lo comparto con él, y lo compartiré siempre.

—De pie— dice el cura. Claudio toma mi mano, lentamente, como si quisiera recordar cada roce. Veo a León y a Machu de pie junto a nosotros. Son los padrinos de Martina, por supuesto que deben estar en primera fila.

—Ulises casi tiene un accidente de camino acá— susurro a mi prometido.

—¿Posta? Acordame de burlarme cuando lo vea, ¿podés?— contestó sonriendo. Le sonreí de vuelta. Estaba tan feliz que sonreír parecía lo más fácil de hacer en la vida.

No presté atención a nada de lo que dijo el cura. Ahora estaba mirando a mi hija. Mi hija querida. Está de pie junto a Machu con un enorme ramo de flores y un vestido casi tan hermoso como ella. ¿Cómo puede una niña verse tan pequeña y tan grande a la vez? La amo tanto que se me hace imposible imaginarme este día sin ella aquí.

—¿Emilia?— dice el cura, mirándome fijamente. Todo el mundo, de hecho, está mirándome fijamente.

—¿Si?

Claudio tose secamente.

—Amor, este, tenés que decir acepto.

—Oh, claro, claro— sonrio— Pues acepto.

Aplausos. Miro a Antonia, a Machu y a Martina, las cuatro nos reímos. Ellas me conocen, saben que soy muy distraída. Sobre todo cuando tengo a Claudio vestido de traje a mi lado. Ay, ¿por qué tiene que ser tan guapo?

—Acepto— oigo que dice a mi lado. No necesito escuchar más para acercarme a besarlo. Este hombre besa tan bien que un día me va a matar, lo juro.

Nos separamos y quedamos cara a cara.

—Te amo, Emilia Ruiz— dice con firmeza. Así como me ha dicho durante tantos años a su lado. Años de peleas, de malosentendidos, de despedidas y de caprichos. Aquí estamos, juntos, casados, felices, y con todos mis amigos alrededor. No hay otra cosa que pudiera desear.

—Yo te amo a tí, Claudio Meyer.

Mírenlos y ahora imaginenlos casados

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Mírenlos y ahora imaginenlos casados. A las tres, aww.

Bueno gentee regresé. Sí, regresé, no es broma, no es un sueño, aquí estoy.

Lamentablemente, este one shot será el último que escribiré. Así sin más. Ya he escrito 50 y creo que es el número tope, una cantidad de la que estoy realmente satisfecha y agradecida.

Muchas gracias por todo el apoyo, escribir siempre ha sido un hobbie para mí y gracias a ustedes pude extender mis historias e ideas a muchas personas.

He estado pasando por momentos difíciles estos dos años, pero todo pasa y lo importante es que al final llegué a mi destino.

Les agradezco infinitamente por esta aventura que vivimos juntos, Like la leyenda es una serie que llevo en mi corazón con mucho amor y espero nunca olvidar a las personas que conocí gracias a ello.

Me pareció prudente escribir este último one shot con la boda claumilia. Claudio y Emilia son mi pareja favorita y no podría haberme despedido de ellos sin un final digno, como el que ellos se merecen. Machu y León son dos ángeles que se ganaron mi corazón desde el día uno, y sé que su amor es grande y verdadero. Me gusta pensar que, donde quiera que estén, estos cuatro son grandes amigos y viven felices en el mundo que he creado.

No tengo nada más que decir, los quiero mucho y amé escribir cada una de estas mini historias. No tienen idea de cuánto me han ayudado sus comentarios y peticiones. Siempre los llevaré en el corazón.

Y, bueno, con el permiso de Machu, León, Claudio y Emilia, puedo decir esto por ultima vez.

Se despide, Tamara.

Claumilia & Lechu ~ One Shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora