CAPITULO 2

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18 años atrás en Madrid, España.

A los días posteriores de la comida a la que Samuel y Pilar habían asistido en la mansión Roson Caleruega.

Carla en ocasiones pasaba tiempo tras su padre tirando con timidez de su chaqueta y preguntándole con su voz temblorosa — ¿la mamá que vino hace semanas con su hijo volverá pronto a casa? —

Teo con el ceño fruncido se giraba para mirarla y terminaba respondiéndole — Carla son cosas de mayores, deja de molestarme que tengo mucho trabajo — Le depositaba un suave beso en el cabello y se marchaba.

La relación entre las dos familias pasó de los negocios a la amistad. Y eso para los dos pequeños resultaba fascinante porque así podrían convivir y disfrutar de su compañía aun más.

Una de las cosas que más les gustaba hacer juntos era ir al parque que quedaba cerca de casa de los Garcia Dominguez. Al principio para Teodoro y Beatriz esa convivencia no les parecía, no veían correcto que su hija anduviera por allí corriendo y ensuciándose, eso no era digno de una grande de España.

Pero después de tanta insistencia por parte de Pilar y con la única condición de agendar esas tardes en el parque, porque una futura marquesa no podía hacer a un lado sus obligaciones, terminaron aceptando.

Nano fue un fiel testigo de las tantas veces en las que Carla había rodado por tierra, debido a su orgullo de querer ganar siempre las carreras. Veía como Samuel corría al encuentro con la niña rubia para soplarle las rodillas tratando de limpiarle la arena y que la raspadura no escociera tanto.

Luego el mayor de los hermanos se encargaba de llevar cargada, porque Samuel así lo había pedido, a Carla hasta la casa Garcia Dominguez para que la empleada domestica pudiera limpiar el vestido y así Teo o Beatriz no se enfadaran con su hija o la castigaran.

Pero la que más sufrió, sin duda alguna, con esos traviesos niños fue Mireya, la mujer que habia cuidado de Carla desde que era una bebé, sentía que la vida se le iba al verla junto a ese niño castaño tratar de guardar el equilibrio en una de las tantas bancas que se encontraban en el parque.

El ama de llaves miraba horrorizada a Carla de solo pensar que podía caerse y lastimarse mientras le pedía que no se intentara trepar a los arboles y verificaba que ninguna hebra de cabello se saliera de la coleta que le hacían.

En ocasiones miraba a Samuel y se preguntaba — ¿por qué la pequeña marquesa no podia ser como él?

Samuel por lo general era el más tranquilo de los dos y siempre estaba atento de que su amiga no se lastimase o de que algo malo pudiera pasarle. Hasta que terminaba sucumbiendo a las ordenes de Carla,.

— Eres un miedoso Samuel — decía Carla mirando a su pequeño amigo — Venga... sube al árbol —

— No, no lo haré — negaba con su cabeza y fruncía el ceño — Ya has escuchado a Mireya, debes bajar tú —

— Va... Nano es mucho más valiente que tú, él si se subiría al árbol — le sacaba la lengua y se cruzaba de brazos.

Samuel empuñaba sus manos y gruñía. Después de escuchar la comparación con su hermano por no querer subirse a los árboles, el pequeño tomaba valor y terminaba acompañando a Carla en aquella actividad. Mireya solo ladeaba la cabeza y terminaba sonriendo por ver lo feliz que eran los dos.

NEGRO Y BLANCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora