13: Canicas violetas

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Narrador:

Los últimos rayos del sol seguían haciendo acto de presencia en ese tan magnífico día que estaban teniendo _________ y Terry en compañía el uno del otro. Era grato poder convivir tan cercanos así a pesar de ser tan mal visto por la sociedad; estaban en su mundo y aunque era pequeño, abrazados cabían muy bien.

Recargados en un pequeño muro miraban el majestuoso mar que se imponía frente a ellos, sin ignorar el jazz y el bullicio que se encontraba a espaldas de ellos. ________ un poco cansada recargó su cabeza en el hombro de Terry, con los ojos cerrados sintiendo a la brisa de verano rodearse en su cara desalineando algunos mechones de el cabello de ambos. La pelinegra sintió el cuerpo de Terry enderezarse, haciendo ella lo mismo.

—¿Puedes esperarme un momento aquí? Será rápido —preguntó Terry a su hermosa cumpleañera buscando con la mirada a alguien de lado izquierdo.

—Claro, estaré aquí cerca —respondió con una cálida sonrisa.

Miró a Terry alejarse un poco, y decidió observar las antigüedades que vendían en un puesto de bazar frente a ella. Había muchas hermosas cosas: lámparas, relojes, portavelas y otras muchas chucherías más. Se imaginaba lo divertido que debía ser tener tantas cosas, hasta llegar al punto de venderlas o subastar las, sobre todo. Aunque por otro lado también pensaba que debía ser de lo más deprimente tener que vender tus pertenencias por no tener dinero después de haber quedado en la ruina, cómo era la mayoría de los casos de los comerciantes. «Yo también soy pobre, pero ni siquiera tengo cosas para vender» pensaba divertida riendo en voz alta cuando una voz que la llamaba la interrumpió.

—¿_______? —preguntó una áspera y dudosa voz a sus espaldas.

—¡Damián! —exclamó feliz mientras se acercaba para saludarlo. Por sus descontentos, ni siquiera se escribían, ya que Damián se había hecho a la idea que ________ únicamente estaba en la casa del aristócrata Grandchester para hacerle enojar.

—Estás... Irreconocible —decía en evidente asombro contemplando la obvia belleza de _________—. Pero yo... No lo entiendo ¿Pues de qué estás trabajando?

—No finjas, sabes bien que soy mucama de las...

—Pero eso es imposible —la interrumpió con cierto desagrado que a ________ no le pareció—. Una mucama jamás podría comprar la ropa que traes. ¿A caso tu..?

—¡Basta Damián! Detén tu mente porque, por si no te has dado cuenta me ofendes. Si no vas a decir algo bueno, es mejor que no digas nada.

_________ dejó al chico hablando solo, no simplemente la había ofendido, sino que la había decepcionado pues las insinuaciones en lo que se refería eran muy obvias, queriendo creer de que la única manera de ________ obtener tan finas prendas era vendiendo su cuerpo. Que si bien, aunque fuera el caso, merece respeto y no ser tratado como si su valor fuera  mínimo. Los problemas entre ambos mejores amigos seguían creciendo como una bola de nieve, y sólo había dos opciones: parar y aclarar todo, o seguir hasta que eso colapsara sin hubiera vuelta atrás.

—¡________! —dijo Terry para captar la atención de la americana, que estaba un poco ida y no había notado la presencia del muchacho, que estaba acompañado—. Quiero presentarte a mi buen amigo Albert.

—Mucho gusto, señor Albert —saludó con un pequeño asentamiento de cabeza.

—El gusto es mío pequeña, y no hacen falta las formalidades que no soy tan mayor. Usted es... —Hizo una pausa para que se presentara. Es verdad que aquel rubio no era tan viejo. Si bien era muy alto, se veía en su rostro la energía de una persona joven. Tenía un rostro con ojos azules turquesa detrás de anteojos de sol y un cutis perfectamente rasurado. Era mayor que Terry por tres o cuatro años.

Primaveras en Diciembre (INCOMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora