18: Y si te marchitas, vuelves a nacer

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Advertencia

Si bien no hay lenguaje explícito, pueden haber unas escenas no aptas para todos.

Este capítulo es dedicado para AnnaishaTV, mi mejor amiga y sé que esperó con ansias este capítulo tanto como yo.

Narrador

—Tu de aquí no te vas, y que lástima que no aceptaras mi regalo porque de igual forma vas a ser mía. —dijo Milán.

Gruñó y arrojó a la americana en el diván más largo, para después colocarse con ella dejándola inmóvil. Besaba sin cuidado y con fiereza sus mejillas, labios y cuello rompiendo la blusa que llevaba ________ ya que no podía quitársela como era debido. La chica había roto en llanto, suponía que estaba por pasar lo peor y no podía defenderse: sus manos estaban aprisionadas y de nada le serviría gritar, pues nadie la podría oír desde el alejado cuarto.

_________ no podía parar de llorar. Era tanta la impotencia en ese momento que sentía por no poder salvarse de aquel horripilante ser, porque un humano, nunca haría un acto tan atroz como el de abusar sexualmente de alguien.

—Por favor Milán basta. Te lo ruego haré lo que quieras. —suplicaba _________ casi ahogándose en su propio llanto.

—¿Harás lo que quiera? Estúpida... Esto es lo que yo quiero. —dijo entre dientes con sarcasmo subiendo la falda de la joven y de inmediato bajando sus medias.

Rogaba a Milán parara pero hacía todo lo contrario a eso. Él estaba decidido a que iba a estar con _________, y no le importaba si tenía que forzarla, pero iba a cumplir lo que tanto deseaba. Era el verla tan indefensa pero a la vez luchando por zafarse de ahí, lo que motivaba más a Milán para cumplir su voluntad.
La pelinegra luchaba, pero ya no podía más. Ese chico tenía unas fuerzas sobrehumanas y ella por primeras vez en su vida se sintió en realidad débil. Sus oídos zumbaban y su cuerpo se quedó por inercia sin movimiento, calló su mano del diván y haciendo fuerzas se apretó de esa base al sentir un inmenso dolor en su zona íntima; Milán la estaba penetrando. Y ella nunca había experimentado antes eso.

Aferró tanto su mano al interior del sofá que algo le picó entre los dedos lo que la hizo despertar de esa sensación donde parecía estar drogada.
Recobrando la cordura siguió tocando con su mano izquierda para encontrar lo que se había encajado, mientras con la derecha seguía forcejeando con Milán aunque ya de muy poco servía. Supo entonces que aquel objeto era una clase de clavo y con todas las pocas fuerzas que le quedaban lo arrancó de la tabla a la que estaba sujeto.

Jaló el cabello del castaño y teniendo su cara frente a frente encajó el clavo por la nariz de Milán, quién gritó del dolor y calló al suelo. A medio vestir subió sus bragas y corrió las escaleras en bajada como si detrás de ella viniera el diablo, y así era. Aunque aturdido por el dolor y su rostro que no dejaba de sangrar Milán la seguía a paso lento.

—¡Marina! —gritó ________ sin detenerse en espera que alguien la pudiera escuchar y salvar de esa vívida pesadilla.

Las escaleras nunca habían sido tan eternas como ahora, y parecía que la casa era el doble de grande. Se hizo un laberinto donde en vez de escapar, se adentraba más en el. Miraba hacia atrás y Milán iba detrás de ella un poco más veloz, pero le faltaba mucho para alcanzarla. Sin darse cuenta entre uno de los pasillos, una puerta se abrió y dos manos la jalaron hacía dentro para después volverse a cerrar.
Los ojos de _________ estaban tan llorosos que no distinguía quien era quien la había salvado y sólo forcejeaba para alejarse de esa persona.

Primaveras en Diciembre (INCOMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora