Observo mi cuerpo tendido en la cama, ya no se mueve, ya no duele nada. Mi madre cierra mis ojos con delicadeza y luego abraza a Paloma con cariño, ella se echa a llorar en sus brazos y a mí me pesa el alma por no poder abrazarla. Intento hacerlo, pero no puedo tocarla, no puedo sentirla, y supongo que ella, tampoco a mí.
Naomi aparece en la puerta y observa la escena, se lleva la mano al pecho y solloza. Sé lo que piensa, se debate entre abrazar a mamá y a mi hija o llamar a Ferrán. Solo ella es capaz de entender la magnitud de mi amor por él, ella, mi hermana, mi mejor amiga, mi confidente.
Sale de la habitación y yo la sigo, quiero oír lo que le dirá, me aferro a esa llamada por escuchar una vez más la voz de Ferrán. Todavía no veo ni túneles ni luces, pero quisiera oírlo solo una vez más antes de irme a dónde sea que iré.
—Ferrán, ella... murió —dice casi en un susurro y la última palabra le desgarra el alma.
Escucho a Ferrán decir que está llegando y mi hermana corta la llamada.
La observo, se sienta en su cama y toma nuestra foto de niñas, su foto favorita. En esa imagen, ella tenía trece y yo quince, su mejor amiga la había traicionado contando uno de sus secretos más profundos a otra persona, que luego le contó a otra persona y desparramó el chisme. Ya no recuerdo cuál era el secreto tan sagrado de una niña de trece años, probablemente era el nombre del chico que le gustaba, pero sí recuerdo que llegó llorando a mi habitación y me dijo que ya no confiaba en Marisa y que nunca más tendría una mejor amiga. Le dije que ella no necesitaba una mejor amiga, que para eso estaba yo y que siempre podía contar conmigo. Nos abrazamos esa noche y prometimos ser mejores amigas por siempre, hermanas de sangre y de alma.
—Me has dejado sola, Abril, ¿qué haré ahora sin ti? —inquiere.
Quisiera abrazarla, decirle al oído que estoy con ella y que no la dejaré jamás. La tristeza por mi enfermedad la carcomió con lentitud, ha bajado de peso, se ve demacrada y cansada, me ha cuidado mucho y me ha prometido que velaría por Paloma en todo momento.
Puedo percibir que Ferrán está llegando. Salgo al exterior para verlo entrar, sus facciones están deformadas, la tristeza es un monstruo grande que hace que nos volvamos irreconocibles. Sus ojos están llenos de lágrimas y su corazón está tan contraído que presiento que puede hasta sufrir un infarto en este momento.
—Ferrán, estoy bien... no llores más, no sufras... tu sufrimiento me hace daño —le digo, pero no me oye.
Naomi le abre la puerta y él va sin decir nada a la habitación. Aún viste su bata blanca y deja su maletín en el camino. Al llegar, ve a mamá y a Paloma rodeando mi cuerpo, Ferrán abraza a nuestra hija y ella enrosca sus bracitos por él.
—Papi, mamá ya se fue y me duele mucho —dice Paloma.
Ferrán no le responde, le da un beso y ambos lloran, yo me desespero. Quiero volver a mi cuerpo, decirles que estoy bien, que no sufran así...
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Amor Perfecto (Secuela de Cuéntame un secreto)
Spiritual¿Qué hay más allá de la muerte? Luego de una dura batalla contra la enfermedad, Abril se encuentra ante su propio cuerpo recién fallecido. No hay túneles, ni luz, no hay nada todavía, solo el dolor de los que le sobreviven y un montón de preguntas s...