Capítulo 11

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Puedo ver que la niña de las trenzas y yo estamos sentadas con los pies metidos en el lago

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Puedo ver que la niña de las trenzas y yo estamos sentadas con los pies metidos en el lago. Nos tomamos de la mano y nos reímos.

—Mañana naceré —digo entonces.

—Lo sé, es nuestro último día acá —responde ella—. ¿Cómo sabré que no me olvidarás?

—Cuando llegue a la Tierra, plantaré un jardín lleno de camelias, así te recordaré en cada una de ellas. Estarás siempre conmigo, y aunque mi mente humana no me permita recordarte, mi alma siempre lo hará.

—Gracias, Abril. Lo único que deseo es que pronto estemos juntas de nuevo aquí, que tú logres alcanzar el nivel que buscas en la tierra para que tu sueño de convertirte en un ángel custodio, pueda hacerse realidad.

Abro los ojos y de golpe todos los recuerdos de mi vida previa a la tierra aparecen en mi mente. Caen como imágenes una sobre la otra, puedo recordar al alma pura de Ferrán, al de mi madre, al de mi hermana, puedo recordar el día que nos elegimos y decidimos nuestro camino, también recuerdo a Camelia, la recuerdo bien, porque ella es la niña de las trenzas y es con ella con quien he firmado el pacto de las almas.

Recuerdo también que mi sueño era ser un ángel custodio, recuerdo que hablé con Uriel antes de partir, justo minutos antes de que me tocara nacer.

—Yo estaré contigo siempre —dijo él cuando comencé a ingresar al túnel.

Lo recuerdo hablarme cuando era una bebé, puedo verlo todo como en una película. Le había dicho que mi misión en la tierra era aprender a amar de una manera tan desprendida, que cuando volviera, brillara lo suficiente para poder elevarme a la categoría de ángel guardián, eso era lo que yo quería ser, ese era mi propósito.

En sueños, Uriel me contaba que para ser uno de ellos yo necesitaba aprender a amar de una forma única, sin ninguna pizca de egoísmo. Me decía que un ángel custodio vive por y para los humanos que cuida y debe amarlos de una forma tan intensa, que su amor los proteja de los bajos espíritus que abundan en la Tierra.

—Lo has descubierto —dice Uriel apareciéndose ante mí.

—Sí... lo he descubierto... te he recordado —le digo y él sonríe.

—Siempre fuiste especial, Abril, por eso has venido pronto de regreso, tienes una misión importante aquí. El mundo se está poniendo cada vez más difícil y necesitamos más ángeles en nuestras filas. Tú eres excelente para estar en nuestro ejército.

—¿Qué debo hacer?

—Completar la misión. Tienes que entregar a los que más amas... No hay un amor más desprendido que ese. Tú incluso ya lo has comenzado a hacer antes de venir aquí...

—¿Cómo lo hago?

—Podrás comunicarte con Camelia... de alguna manera, la que tú elijas —me explica.

Amor Perfecto (Secuela de Cuéntame un secreto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora