Capítulo 31

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Laia está revisando mi vestuario, mi peinado, mi maquillaje... etc, para cerciorarse de que estoy perfecta. Es la primera vez que me pongo tan nerviosa por algo; normalmente siempre estoy calmada antes las situaciones en las que la mayoría no suele estarlo.

— Bien, Sheila, ya puedes salir. — afirma por fin tras haber comprobado que todo está en orden.

Respiro hondo.
Sheila, estate tranquila. No hay porqué alterarse, déjate llevar. Eso es. No te pongas nerviosa. Con los ánimos de Laia detrás mío, salgo de casa para encontrarme con el chiflado esperándome. Su espalda está apoyada en un árbol; su pierna flexionada para que la suela de su zapato haga contacto con el tronco. Una de sus manos está metida en un bolsillo, mientras que la otra juega con unas llaves. Su mirada perdida en el cielo.

Lleva puesta una camisa azul celeste junto con unos vaqueros azul oscuro apretados, que hacen que se le marquen los muslos de una forma muy provocativa. En la parte de las rodillas se puede ver una pequeña rotura de la que sobresalen unos cortos hilos blancos. Sus deportivas blancas con algún detalle negro combinan perfectamente.

Su cabello algo desordenado solo ayuda a que me parezca más sexy. Está guapísimo. Dios, Sheila, ¿hasta qué punto has caído ante sus encantos?

Él parece intuir mi atenta mirada y gira su cabeza para observarme. Sus preciosos ojos encuentran los míos haciendo que me de un vuelco al corazón.

Deja de apoyarse sobre árbol para empezar a caminar hacia mí. Estoy tan nerviosa que no sé qué hacer. Simplemente me quedo parada esperando a que él llegue hasta mí.

Cuando ya estamos frente a frente, me mira de arriba a abajo y sonríe de un modo muy dulce.

— Estás hermosa.

Noto cómo se me acelera el pulso.

— Tú tampoco estás mal.— estás genial, pienso en mi interior.

Suelta una pequeña risa.
Saca de su bolsillo un pañuelo de tela, de estos que se suelen llevar en el cuello o atado en la muñeca.

— Te voy a vendar los ojos.

Oh, no me esperaba esto. Tiene preparada una sorpresa. Laia tenía razón. No puedo evitar sentirme ilusionada.

Asiento. Él empieza a vendarme y yo veo todo negro. De repente noto su mano entrelazarse con la mía lentamente. Como esto siga así, en cualquier momento me va a dar un paro cardíaco. Y acabamos de empezar la cita. Espero no acabar en el hospital.

Su suave contacto me encanta.

— Vamos, yo te guío.

Empezamos a caminar durante unos segundos, y después nos detenemos. ¿Ya habremos llegado?

— Sheila, vamos a entrar a un coche.

Pues no, no hemos llegado. Él me ayuda a entrar en lo que supongo que son los asientos de atrás, y luego se coloca a mi lado.

El trayecto es silencioso. Si tanto el chiflado como yo estamos atrás, ¿quién esta conduciendo? No parece ser un taxista. De hecho, el olor del coche me resulta familiar.

Tras unos diez minutos, salimos del vehículo y seguimos caminando.

— Vamos a subir unas escaleras. Ten cuidado.

Aún sujeta de su mano, subo escalafón por escalón. Oigo las olas del mar. ¿Estamos en la playa? Tras subir cinco o seis escalones oigo abrirse la cerradura de una puerta. Acto seguido damos unos cuantos pasos y de nuevo subimos más escaleras. Después nos detenemos. Qué curiosidad.

Beat you, but love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora