Capítulo 23: "Quinto día de vacaciones"

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Despierto demasiado temprano a mi parecer, al mirar mi celular y fijarme que son las ocho de la mañana me digno a volver a dormir, pero es imposible.

Me aseo en el baño y me pongo ropa deportiva, sólo me queda quitarme de encima todas las malas energías.

Voy al comedor y me llevo unas frutas al gimnasio de la casona. Veo mi playlist para entrenar mientras desayuno y al terminarme toda la fruta y reposar voy a hacerme sufrir.

Hoy no quiero correr, por lo me decido por maquinas. Escaleras, brazos, piernas y pesas. Pero no me siento conforme, hasta que veo el saco que boxeo.

Sé de defensa personal, pero no boxeo. Es un deporte, pero no que sé que se hace.

Me coloco unos guantes y comienzo a darle al saco, con movimientos inventados y sin saber si lo hago bien, pero la música es demasiado motivadora.

—Lo estás haciendo mal— su voz me sobresalta. Es Franco.

Siento un poco de vergüenza al no saber qué estoy haciendo y qué tan mal lo hago.

—Eso creí desde que me coloque los guantes— suelto una risa nerviosa.

—Te puedo enseñar— señala el saco de boxeo.

—¿Lo harías?— le doy una mirada a su outfit deportivo.

—Claro— responde— somos amigos, ¿no? Eso es lo que deberíamos hacer, aparte de burlarnos entre nosotros.

Algo en mí dolió y no pregunten qué.

—Si...— respondo algo desanimada.

—Bueno, lo primero es colocar un pie delante del otro— se pone detrás de mí para acomodar mi cuerpo—, ¿me captas?

—Sí, así está bien.

—Sí, ahora al dar el golpe no los des con las manos— me toca los hombros.

—¿Entonces para qué son los guantes?—pregunto confundida.

Ante aquella aclaración comienzo a quitarme los guantes.

—¿Qué dices?— carcajea mientras me suelta y se acerca a mí de frente—. ¿Qué haces?— toma los guantes.

—No sé... Estoy confundida.

Y muy avergonzada.

¡¡Qué vergüenza chama!!

—¿Estás sin vendas?— pregunta indignado. Asiento.

—Es que no encontré— intento justificar.

—Creo que vi unas ayer— se acerca a un armario a buscar alguna.

—La verdad, es que no soy de entrenar en gimnasios. Recién he bajado en esta semana.

—Yo me la paso en gimnasios— me muestra por fin una cinta blanca.

—¿Sabes ponértelas?— niego con la cabeza—. Ven—me acerca a él.

Mientras me las coloca puedo ver sus hoyuelos y esos ojos alucinantes que tiene. Creo que me estoy volviendo un poco loquita.

—Está listo— suelta mi mano.

Ese tacto ya lo había extrañado, esas cálidas manos. Me pongo en posición.

—Coloca tus pies como te lo mencioné— hago caso.

Nuevamente siento su tacto en mi cintura, sus manos están puestas en mí.

Todo Lo Impredecible Es PredecibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora