[10°] El Trato.

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La adolescente chillo al ver a Toby hacer acto de presencia sin meter una pizca de ruido, era como una sombra de cara fantasmal. Se sintió desgraciada, no traía ni agua, ni comida para ella, definitivamente sería otro día de agonía.

Toby arrastró los pies con barro y se dejó caer sobre una silla vieja, se quedó callado observado el viejo oso en sus manos antes de lanzarlo a la cara de la joven en un ataque de ira.

Empezó a gritar, a golpear las paredes del sótano a romper las pocas cosas que habían en ese deprimente lugar gritando el nombre de “Lyra”.

Todo el cuerpo de la niña tembló. Después de las cosas rotas ella era el siguiente objetivo de su ira y como era habitual no se equivocó.

Toby la desató de los barrotes del respaldar de la cama y la levantó sólo tirando de su pelo hasta tirarla al suelo, una vez ahí la pateó repetidas veces. La niña se puso en posición fetal mientras lloraba del dolor. Gritaba que se detuviera, pero Toby solo la hacía sufrir más porque sus gritos le causaban satisfacción.

Se cansó solo cuando ella era un mero saco de carne hinchado por los golpes. Su preciosa cara estaba tan arruinada y flaca, que ahora era algo que nunca fue, era fea.

Los habituales tics en el cuello de Toby solo significaban que estaba iniciando sus rabietas. ¿Y ahora que iba a hacer? No era capaz de aguantar más, era frágil.

La levantó de un brazo. Ella lloró y tembló del miedo hasta orinarse encima. Toby no puso ni una pizca de asco en su cara.

—     Yo solo traté de ser bueno contigo.  ¡Se como te revuelcas con esos dos! ¡Eres una perra! Te acuestas con ellos cuando deberías hacerlo conmigo. —

¿De qué la estaba acusando falsamente ahora? Siempre que venía a ella era para recriminarle algo que según él ella hacía afuera. Todo para ella parecía irreal, desde el falso nombre, hasta las falsas acusaciones, desde el horrendo sótano, hasta el asqueroso mal olor. En su interior estaba convencida de que esto era sólo una simple pesadilla de la cual despertaría.

Toby odiaba que se quedara callada, siempre la hace gritar para saber si su loca cabeza está alucinando o no.

Tampoco es que hubiera una respuesta diferente, respondiera o no, siempre la terminaba golpeando.

—     Sí-í — respondió atemorizada. Sabe que puede irle mucho peor de no hacer lo que le ordena.

La arrastra hasta la silla vieja y se sienta en ella, abre las piernas y le indica que haga ese trabajito que ella sabe. Sus manos temblorosas bajan a su pantalón mientras permanece hincada en el suelo, hay veces en que le da puñetazos mientras le hace un oral solo por mera diversión.

Desabrocha la cremallera, Toby se relaja en la silla, ella se siente un poco más segura al saber que no será golpeada esta vez. Deja salir el miembro de los pantalones, tenía un olor nauseabundo por la falta de higiene. Ella traga saliva, aguantando sus náuseas y le lo hecha a la boca. Toby comienza a gemir mientras ella chupa, pero cree que va muy lento entonces agarra su cabello y la obliga a introducir más su miembro en su garganta lo que desató sus náuseas y tos. Le dio una bofetada por atreverse a llorar y la obligó a chupar otra vez o le iría peor, ella lo hizo conteniendo sus lágrimas.

Él decide que eso no es suficiente, no puede llegar a punto, la tira del brazo y la obliga a sentarse en su pelvis penetrándola dolorosamente. Las lágrimas de ella corrían por sus mejillas mientras él se movía bajo ella, le da una mirada y le indica que ahora es tu turno de moverse.

Ten Cuidado Con Slenderman. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora