Conway: El Beso de Dolars Noches

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Era de noche, el superintendente Conway estaba en el badulaque de la calle Stretch, sus intenciones de negociar con aquel atracador con traje de marciano eran mínimas. Si aquél hombre era tan gilipollas de decir que venía desde Perú, Argentina, no se querría ni imaginar lo gilipollas que podría ser negociando, por lo tanto le dijo al Comisario Greco que se ocupase de él.

Se cubrió un poco a la derecha de Greco, en uno de los arbustos que había al lado de las ventanas del badulaque, para así no ser visto ni escuchad . . .

Un tono de llamada interrumpe su pensamiento de querer disparar al atracador cuando lo pillara.

Pero aquél tono que no paraba de cantar I ' am Barbie Girl . . . era demasiado irritante.

Finalmente cogió el teléfono y oyó a su hijo de nombre equivocado.
— Papá, Horacio quiere su beso de buenas noches.— Le dijo Gustabo.
— Pues dáselo tú, yo estoy en un badulaque.— Dijo el hombre de corbata negra, camisa blanca y pistolera marrón.
— Ni que fuese un FLEECA central, papá.— Murmuró Gustavo (con b) —. Papá, lo he intentado pero el niño se empeña en que se lo des tú.
— Pues pásamelo y se lo doy.
— No, dice que quiere que se lo des en persona.
— Joder Gustabo, ¿estás de coña?
— No, y dice que lo quiere para él solito y nadie más, así que no vayas a por Michelle pillín.
— Calla, Julia volverá.
— Sí, pero para quedarse no. Bueno, se va a quedar con nosotros pero contigo no. Firmarás el divorcio e Horacio y yo podremos ser libres.
— Tu pequeño hermano no lo consentirá.
— Es verdad, pero mamá se podría inventar que has muerto e irás al cielo para jugar a béisbol con Dios.
— Dios me odiará y me echará. Ni se molestaría en llevarme al infierno porque si a él no le gusto, mucho menos al diablo.
— ¿Y eso porqué?
— Porque Lucifer fue criado por Dios y los dos tienen los mismos gustos. Solo que a Diosito lo ven como el buenorro porque al capullo que inventó la biblia se le ocurrió escribir a Dios como el padre e amigo que todos queremos, pero no merecemos.
— Muy bien Yisusway, ven aquí o tendré que ir yo y causar el tiroteo, la escapada y el éxito. Ven o Horacio se enfadara contigo y me pedirá a mí que le haga la cresta que todos sus compañeros de clase llevan.
— Está bien pero . . . — El tiroteo había iniciado, una bala fue directa al brazo de Conway. Estaba jodido y puede que muriese allí, muchos de sus compañeros murieron en el intento de matar al marciano, pero Conway no, lo intentó pero un tiro avanzó por la oscura y sudada carretera de su cráneo.

Aunque volvió sin más, como ya dijo Conway; Dios no le querrá nunca. Volvió del desierto blanco donde se encontraba Dios. Ahora estaba medio muerto.
— ¿Papá? Papá, ¡papá!— Dijo Gustabo. Su padre no respondía y quería un poco de acción aquella noche.

Gustabo se dirigió a la habitación de su hermano pequeño, el cual se encontraba jugando con sus dos peluches favoritos, Fred y Dan.
— Ey, héroe. Papá tardará en venir.— dijo él.
— Jo, nunca viene.— Se quejó Horacio, con lágrimas en los ojos.
— Por eso iré a por él.— La cara de su pequeño hermano cambió radicalmente para bien.
— ¿Puedo ir contigo? Porfa, porfa.
— Horacio, es demasiado peligroso.
— ¿Porqué?
— Porque . . . Ah, sí. De paso aprovecharé para ser SuperGustavo Con B.
— ¿Enserio eres un súper héroe?
— Sí, pero no sé lo digas a nadie. Ni a papá
— ¿Ni a papá?
— Se pondría celoso de saber que he salvado más vidas que él.— Los dos rieron tras ese comentario, se abrazaron y Gustabo despareció entre la sombra de aquella puerta marrón de madera gruesa.

¡APARTA! [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora