Capítulo uno.

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Unos pasos calmados comenzaron a resonar por las escaleras, avisándole al chico frente al ventanal que su cita de la noche ya había despertado.

—Desperté y no te vi a mi lado —ronroneó— así que supongo que ya tienes el desayuno preparado.

—Siempre te hago las cosas más fáciles, así comes y te vas.

Su postura relajada se mantenía en el lugar frente a la gran vista que poseía desde su departamento. Sólo calzaba unos pantalones flojos sujetados por un simple cordón ajustado en sus caderas, sus manos descansaban dentro de los bolsillos de este mientras que su tranquila respiración hacia que sus músculos se removieran lo suficiente para hacer que el tatuaje de sus costillas danzara.

—¿No me acompañas? —murmuró ya instalada en uno de los taburetes cercanos a la isla de la cocina, abrochando sus zapatos de tacón alto.

Se giró solo lo suficiente y elevó una ceja divertido, respondiéndole en silencio.

—Va, sólo bromeaba, tranquilo. Aún no me enamoro de ti —le lanzó un beso imaginario mientras preparaba su propia porción. Bailó entre las alacenas conocidas ya de memoria sacando y guardando lo necesario.

—Supongo que te llevarás el desayuno ¿o lo comerás aquí?

—Me lo llevo, así, puedo regresar a devolverte el bowl —sonrió, ya a un lado de la puerta.

Negó con la cabeza divertido —Está bien, es lo mejor para ambos.

—Ya me conoces —guiñó un ojo y giró rápidamente hacia la puerta— si necesitas algo, estoy en frente.

No se molestó en contestar, solo recibió el golpe de la puerta con tranquilidad quedándose estático donde llevaba casi una hora de pie.

Después de casi diez minutos más, se decidió por caminar un rato, el gimnasio estaría cerrado por mantención, y no tenía planes hasta la noche.

Bendito sábado muerto.

Se duchó y vistió con calma, calzando unos pantalones negros rotos en la rodilla acompañados de una playera de estampado playero y una gorra con la visera hacia atrás.

Colgó una gruesa cadena de oro sobre su cuello y abrochó sus zapatillas gastadas para salir por la puerta rápidamente. La puerta de Hee Soo estaba cerrada, de seguro estaba recuperando la noche de sueño que perdieron juntos. Y seguramente el resto de sus amigos ya tenía planes por lo que no paro en ninguno de los pisos inferiores suponiendo que nadie le respondería.

Su celular marcó las once de la mañana y el clima en Seúl era agradable, se detuvo en la entrada del edificio y observó con calma el hotel de mala muerte que quedaba justo en frente; algunos autos a medio destartalar seguían estacionados en el centro de este y unos pequeños correteaban a lo largo del pequeño pasillo a la vista del segundo piso.

El dueño del hotel salió a cambiar las letras que mostraba la oferta del día en el cartel gigante que de noche brillaba a la entrada, y en cuanto lo vio, le extendió un saludo agradable meneando el brazo.

—Buenos días —respondió lo suficientemente fuerte para que el hombre lo oyera mientras se inclinaba levemente.

Trotó metros después hasta llegar al que era un pequeño parque escondido entre los gigantes edificios, por la hora, recién comenzaban a llegar familias dispuestas a pasar un rato agradable. Aunque mucha diversión no le veía a estar ahí, en un simple parque de juegos de fierro inestable, buscó un asiento para pasar el rato allí.

Se dejó caer en una banca justo debajo de un mullido árbol de tronco torcido que de vez en cuando dejaba caer una que otra hoja con el mecer del viento.

{cancelada}let me know ➳ park jimin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora