Capítulo VIII

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OCHO: LAS ALONDRAS DE ALANYA SON PERFECTAS

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OCHO: LAS ALONDRAS DE ALANYA SON PERFECTAS

-Está bien Boutroux, cinco vueltas para calentar-, aplaudí, mirando al chico que acababa de pisar el hielo.

Puso los ojos en blanco y apretó los puños.

-Rock on, Campbell-, resopló, comenzando a hacer su trabajo.

Lo miré con lástima, todavía preguntándome por qué su madre había sido un manojo de nervios en estos días. Kai Boutroux es del tipo con un efecto colgante, no le importa nada ni nadie más allá de la punta de su nariz. Cuando corté una ceja en un trineo de primera clase, no le importó en absoluto. Miró mi rostro lloroso y se alejó. Su rostro no mostraba rastro de tristeza, preocupación o ansiedad.

Ese día también se deslizó sobre el hielo como si nada pasara. Después de todo, no podía ver nada, no ve las manos temblorosas de Luisa por un momento.

Kai Boutroux es un rompecabezas andante cuyo desenredo es tan simple como parece.

Incluso hay un poco de sentimiento en todos, no puedes escapar. Un puñado de empatía se encuentra en lo más profundo de Kai y tomé la decisión de encontrarlo. Sí, por pura satisfacción.

En un momento, el chico se volvió y se acercó a mí.

-Ya tengo suficientes de estos anillos, tomo el palo - dijo brevemente, ajustándose la gorra granate que le caía sobre la frente. -Trae la red de la portería, practicaremos jugadas-, me ordenó, lo que rápidamente comenté con un bufido burlón.

-Creo que nos equivocamos, Boutroux,- aclaré mi garganta. -Yo estoy a cargo aquí, no tú,- crucé los brazos sobre mi pecho, mirando triunfalmente el rostro infeliz del chico que acababa de poner los ojos en blanco con indiferencia.

-Deja de ordenar-, comenzó desapasionadamente, agarrando su bastón. - No tienes idea de hockey, ¿qué quieres enseñarme? Puedo manejarlo yo mismo, soy bueno en eso.

Sacudí la cabeza con resignación.

-Humildad, tonto-, siseé, lanzándole un disco de hockey y lo atrapó fácilmente. -¿Eres, maldita sea, tan maravilloso en todo como crees que eres?-

-Sí, sí-, dijo, sonriendo con picardía.

Gemí impotente, cerré los ojos por un momento y coloqué una mano en mi mejilla. Tuve un buen número de derramamiento de sangre ese día, y cada vez fue culpa de Boutroux y su sonrisa molesta. Kai seguía mirándome con la misma satisfacción, agarrando el disco con fuerza.

-Dos veces, Campbell-, añadió después de un momento, acercándose y palmeando mi hombro. -Y contrólate, no tenemos mucho tiempo-, anunció, y luego avanzó.

Insultar tres veces al día no es suficiente. Aunque todo el tiempo me sorprendió que Kai Boutroux sea particularmente bueno en todas las reglas.

Poco después, me paré frente a la portería fingiendo ser uno de los oponentes de Kai. Este trabajo consistía en que yo tenía que atacar su disco, obstruyendo el acceso a la banda izquierda, y su objetivo era pasarme y golpear la esquina inferior derecha de la portería. Apreté los puños ante su rostro decidida. Hice una cita con claridad: quiero rechinar su nariz de la manera más brutal.

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