Capítulo 4

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Había dejado a mi bebé con el Eros, el chófer del señor Tomasevic y quien me aseguró que lo llevaría a casa. No tenía móvil así que esperé hasta que pude llamar a casa, hablar con él y solo así salí a ver al sastre.

Mi presencia causó revuelo en toda la empresa, las miradas curiosas y de antagonismo eran muy notorias. Mis ahora compañeros, en su totalidad pensaban que era la amante de turno del dueño. 

¿Cómo no pensarlo?  

La fama que tenía le precedía, y según las murmuraciones no era la primera vez que llegaba con alguien a trabajar con él. Lo que sí era la primera vez, era que tuviera uniforme, llevar un color diferente a los demás era como ir en vuelta en luces de neón. Es decir, sobresalir en cualquier circunstancia por encima de los demás y lo hice saber. 

—El señor Kurn lo ordenó —habló el sastre en forma rígida y con esa sentencia hizo trizas mi argumento —sólo pidió que usted escogiera el color, estos están a su disposición. 

Sonreí de mala gana al rígido hombre que llevaba en sus hombros la cinta métrica. Dado que supuestamente venía remitida de Estambul, pregunté el uniforme de la antigua sede principal. 

—Usted debería saberlo ¿Acaso no viene de allá? —habló la mujer que me había acompañado. 

Una dama de unos 30 años, de cuerpo exuberante y a quien claramente mi presencia le molestaba. Volví a sonreír, y mi sonrisa fue falsa, algo me decía que las que seguirían eran igual. 

—No llegué a conocerla, — me excuse y guarde silencio. 

Ellos esperaban que yo explicara algo más, solo que había hecho una promesa. La de jamás volver a mentir, más allá de mi nombre y mi pasado. Me convertiría en una mejor persona, la vida me había dado una oportunidad en ese puente. Así que le debía a Dios ese acto, de alguna manera me envió al señor Tomasevic esa noche. 

—Es todo, está usted muy delgada ¿Es su talla normal? 

—No —respondí al sastre —han sido días difíciles. —seguí y solo así vi algo de emoción en su rostro. 

—Entiendo —me dijo quitándose las gafas y mirando a la dama a mi lado. — yo la llevaré a las oficinas, regresa a tus labores. 

La mujer, una rubia de más de 1, 74cm y cuya mirada me recordaba a mí profesora de idiomas. Aquella rígida mujer que hizo que mi pronunciación fuera 10 de 10 a peso de reglas en mis manos y pantorrillas. Tenía la imagen vívida de él escozor en mi piel por los reglazos. 

— Gracias —le dije al ver que la mujer se había ido —jamás me sentí tan pequeña como ahora. 

El señor Germán, solo hizo un gesto con las manos y lo que parecía ser una sonrisa, indicando que me sentara. Era un hombre pequeño, de escasos 1,60cm, de cabello y cejas rubias, extraños ojos oscuros que, al fijarse directamente en ti, parecían tener el poder de esculcar en tu mente y pensamiento más profundo. 

—Eres la nueva amenaza —fue su comentario — según parece eres más fuerte al puesto que las demás. 

Me dio la espalda y empezó a buscar en una pequeña biblioteca, en donde tenían dispuesto varias revistas de moda. Una de ella alcance a ver el logo de NLJarper y sus dueños en las portadas. Mi Pulso empezó a temblar ligeramente, yo había salido en más de una de esas entrevistas. 

La mujer que era en este instante, estabas lejos de ser la chica de 23 años de años atrás, no sólo por mí cambio de look, también por mi escuálido cuerpo. Aun así, yo no quería arriesgarme y me levante apresurada. 

Un Millonario en JaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora