Sentía que me había quitado mucha carga de encima, esos siete días de mini vacaciones, en donde solo estaba, la arena, el mar, mi bebé y yo, me habían servido. Empecé el ritmo de trabajo más tranquila y el señor Tomasevic más calmado. No sé qué le sucedió el fin de semana, pero lo que sea que Giorgiana había hecho, ojalá se lo hiciera seguido.
—Dilcia —la voz de Connor me hizo alzar la vista del café.
Estaba en la zona de alimentación y ese medio día no tenía particularmente mucho apetito, por lo que, solo tomaría un café. Cabe decir, que la historia que era su novia y nos íbamos a vivir juntos, aún no estaba clara y que él había evitado todas mis llamadas.
—Buenas tardes, Connor —respondí, llevando la tasa a mis labios y dando un sorbo al café.
—¿Me puedo sentar? —señaló la silla y dejé la taza a un lado mientras soltaba el aire.
—Depende, si es para darme explicaciones o para alimentar las habladurías en toda la industria. — dije dejando la tasa en su puesto y mirando a todos lados.
Como lo imaginé, varios de mis compañeros miraban en nuestra dirección y suspiré. Que a mi jefe le llegarán los rumores que él y yo teníamos algo, mucho antes de que Connor se lo confirmara me llenaba de vergüenza. No solo porque, se había hecho una imagen mental de mujer fácil, sino, porque le debía respeto a mi área de trabajo y a mi hijo.
—Te pido perdón, sé que no debí prestarme para algo así — se sentó al frente mio y eché mi cuerpo hacia atrás — pero no hablaré aun de eso, es sobre el papel que tu esposo te dejó.
Lo recordé y también que le había pedido ayuda a él cuando estaba en mis paradisiacas mini vacaciones. Con todo lo ocurrido había olvidado la demanda que sabía me vendría encima.
— No es necesario, francamente la idea de deberte algo no sé si es buena — confesé — pero agradezco, tu buena intención.
Tamborileaba con sus dedos la mesa y miraba a todas direcciones, los viernes, no solía haber muchas personas en esa área. Algunas solían trabajar de corrido e irse a casa o viajaban a sus ciudades de origen. Solo tres o cuatro mesas, de las más de doce estaban ocupadas. Las necesarias para que el lunes a primera hora, reavivara el chisme de mi relación con el abogado.
— El documento como tal, es válido — dijo ignorando mi comentario y solté el aire aliviada— pero…tengo unos contactos, el tipo tiene un hogar sólido y dos hijos de 15 y 18 años. Es según me dijeron y en su medio, un influyente político y hombre de negocios en Nápoles su país natal y tiene contactos bastante fuertes en este país y en el tuyo.
— Tiene como quitarme a mi bebé concluí — y Connor asintió.
— Sé que Tomasevic no dejara que le quiten a Enrico— quizás, pero si lo que se decia de ese hombre era real, era peligroso y dudaba que mi jefe se metiera en tantos problemas por mí —tengo algo que confesarte... Pero no sé cómo lo tomes, te pido solo me dejes terminar.
Mi respuesta fue cruzarme de brazos y mirarlo con el rostro serio. Nada de lo que diría, sería tomado en serio o verídico, era claro que diría cualquier cosa para excusarse. Además, que no importaba, yo solo tenía en mente, que me quitarían a mi hijo.
—Sabes que mi cargo aquí, se lo debo a Douglas... El cree que Angy y yo somos solos amigos. — empezó a decir —así que, en base a esa supuesta amistad me dio este empleo.
—Tu Angy... ¿Es la misma que la prometida de Douglas Tomasevic? — pregunté, porque si bien lo creía asi, podría tratarse de otra persona.
— Si, pero ella es casada, con el mejor amigo de Kurn — extrañada, permanecí en silencio pues no entendía nada.
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Un Millonario en Jaque
RomanceA sus 40 años, Kurn Tomasevic, ha tenido todo cuando ha querido, exitoso, despiadado y mujeriego. Con un maletín lleno de dinero que lleva a todos lados ostenta el récord de comprar a la mujer que desee. No confía en nadie más que en sí mismo menos...