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Jeon jungkook estaba acostumbrado a los rumores, sobretodo a los que creaban sus subordinados.

No tenía mucho tiempo de haber tomado la posición de director general en la empresa, donde la mayoría de los trabajadores estaban acostumbrados al cálido hombre que era su padre. A su lado él era un témpano de hielo que gritaba macho alfa desde Corea del Sur hasta Wisconsin, al otro lado del mundo.

Por lo que el rumor de que era un hombre cruel y tirano llenaron prontamente el lugar tras su primera aparición, incluso había escuchado a las secretarías comentar entre ellas que seguramente participaba en peleas callejeras cuando estás notaron las cicatrices en sus manos, cicatrices que en realidad había obtenido por jugar con gatos.

En una oportunidad se le había ocurrido llevar una camisa con una manga corta, mostrando su brazo tatuado, lo que de alguna manera terminó formando el rumor de que había ido a la cárcel por haber matado a un hombre, se había vuelto un narcotraficante y tenía lazos con la mafia, que sólo tenía esa posición luego de salir de la cárcel porque era el único heredero que tenía la familia Jeon.

Para el final de su primer mes, ya tenía toda una reputación terrible, lo que significaba que las y los omegas de la empresa lo evitaban como si fuese la plaga: a los betas les temblaban las rodillas cuando les hablaba y los alfas apenas podían hablarle y verlo a los ojos al mismo tiempo.

Aunque no es como si aquello le importase demasiado, estaba bien con no mantener más que una relación de respeto con sus subordinados, el único defecto era uno. Sus secretarías cambiaban con demasiada facilidad, bastaba solo fruncir el ceño para que las mujeres (omega en su mayoría) entregaran su renuncia al día siguiente, por lo que debían rotar al personal y nuevamente debía volver a acomodar su rutina.

Soltó un amargo suspiro al escuchar como la puerta era tocada:

—Con su permiso—levantó la mirada al escuchar aquella voz, su mirada encontrándose con unos ojos almendrados y unos labios gruesos y rojos, además de una estela que olía como rosas y lavanda—. Buen día, señor Jeon, mi nombre es Kim Seokjin y seré su secretario a partir del día de hoy.

—¿Un hombre...? —Se le escapó de los labios, antes de que recuperará su compostura al notar que aquello había incomodado al omega—. Lo siento, no lo dije con esa intención. Es solo que es la primera vez que mi secretario es un omega masculino.

—¿Eso sería un problema, señor Jeon?

—De ninguna forma, pasa, tengo que conversar el itinerario contigo.

Seokjin era agradable, tenía una risa graciosa y por el momento no parecía verse afectado por los rumores. El omega le llevaba un café todos los días, pero mayormente mantenía su distancia, por suerte se notaba que no era por temor o por alguno de los rumores.

Era sólo que el omega estaba casado, se había enterado por casualidad al ver la alianza en su dedo anular y preguntarle al respecto.

—¿Estás casado?

—Si, señor, aquí tiene su café del día.

No que aquella fuese tan relevante para él, porque hasta ese momento, Jungkook no había sentido interés por otra persona. Su mejor amigo, Taehyung decía que aquello se debía a la decepción amorosa que tuvo a los diecisiete años, cuando vio a las personas que más quería (quizás no de una manera romántica, quizás sí, ciertamente aún no lo comprendía) juntas.

Yoongi y Hoseok eran felices juntos, sus carreras profesionales brillaban por su prestigio y sentimentalmente eran una de las parejas más estables, siendo la otra la de su mejor amigo y un bonito omega llamado Jimin.

¿Pero él...? 

¿En una relación? 

No. 

Además, ¿Con quién? No había nadie que le llamara la atención y si simplemente tenía el libido alto, podía ir a un bar cualquiera y follarse a cualquiera. 

Tan difícil no era, duh.

—¿Escuchaste eso?

Otro rumor más, aguanto las ganas de rodar los ojos y avanzó hasta la zona de descanso con la intención de prepararse un café lo suficientemente fuerte como para calmar el dolor de cabeza que tenía y aliviar el hambre que sentía, no solía comer cuando estaba estresado y en ese momento estaba realmente estresado.

—¿El qué?

—Dicen que el esposo de Seokjin murió, pero él sigue viniendo—aquello llamó su atención, no había notado cambio alguno en la esencia de Seokjin, ninguna señal de dolor o tristeza—. Esta como si nada.

—Había escuchado que era un matrimonio por conveniencia.

—¿Bromeas? ¡Él llevaba su marca! —exclamó una, llevándose una mano a los labios—. Además, también tienen un hijo. ¿Cómo llevas una marca de alguien que no amas? Desagradable.

Odio el tono con el que se referían a su secretario, pero antes de poder gritarles algo, lo notó al otro lado del pasillo. Este estaba en el área de guardería donde los trabajadores dejaban a sus hijos pequeños, era una política que se había propuesto para ayudar a los omega que trabajaban en aquél lugar.

Este reía mientras dejaba varios besos en las mejillas de un bebé que se carcajeaba entre sus brazos, sus colmillos picaron al ver aquella escena y sentirse por primera vez consciente de lo delicioso de aquella esencia que había pasado ignorar tras semanas de sentirla a su alrededor.

Su secretario... ¿Siempre había lucido así de bonito? Con su cabello negro un poco más largo que el suyo, su piel blanca y sus labios que parecían realmente dulces, además de ser perfectos para besar. Se movió incomodo por la sensación, pero lo que lo regresó a la realidad fue otra cosa.

—¿... Señor Jeon?

—¿Ah? —bajó la mirada y maldijo en voz baja al notar que su taza ya estaba llena y había botado el café en la mesa por quedarse embelesado observando a Seokjin.

Genial, ahora tendría que preocuparse por otro rumor más. 

Rumor   ➯「KookJin」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora